La primera señal fue dada en marzo de este año, porque en agosto es la fecha del cumpleaños treinta y cinco de la promoción de médicos de la UIS-1981, de la cual hago parte. Desde entonces un grupo de entusiastas se dio a la tarea de juntar direcciones y teléfonos para contactar a los integrantes de aquel grupo que, luego de la graduación se dispersó por la geografía colombiana para cumplir con su desempeño profesional, la mayor parte de ellos residen en Bucaramanga porque son de allí o porque llegaron a estudiar y se amañaron en esa tierra, si procedían de otras ciudades.
Se fijó la fecha para el 1 de julio y la sede la ciudad bonita. Los que querían asistir dieron de forma inmediata su contestación afirmativa, los que no podían presentaron sus excusas y los que no querían expresaron sus evasivas o guardaron silencio. Al final el grupo reunido fue grande, porque a la convocatoria llegó el 62% de los sobrevivientes de aquella promoción, puesto que siete se adelantaron en el camino y partieron de esta vida, no obstante siguen presentes en el recuerdo, el cual está intacto.
Después de muchos años sin tener contacto, el reconocimiento de los colegas fue fácil con la mayoría, sin de dejar de notarse las huellas que deja el paso de los años, pues saltan a la vista. Otros con transformaciones mayores tuvieron que identificarse porque fue difícil encontrarle parecido con un estudiante de medicina de la década de los setenta. Las mujeres siguieron siendo las reinas del grupo, eran minoría y la recordación física fue sencilla porque conservan su belleza.
Los recién llegados tuvimos la primera recompensa con un agasajo de bienvenida, un rato para el reencuentro informal, para dar rienda suelta a los recuerdos que trajeron a escena, anécdotas y situaciones de gozo y dificultades propias del trasegar universitario que vivió aquel grupo que ahora ronda por los sesenta años.
La universidad recibió en su seno con especial deferencia, en el auditorio de la facultad, a quienes durante tres décadas y media hemos blandido el estandarte de la UIS con orgullo. Graduarse nuevamente después de todo ese tiempo renovó el compromiso con la universidad que nos abrió sus puertas. La emoción fue desbordante, también la aflicción fue grande al rendir homenaje a los fallecidos. Superado ese trance, el desande por el edificio de la facultad trajo evocaciones de viejos momentos al lado de los profesores.
Luego vinieron la fiesta, las viandas, el paseo; propicios para celebrar y compartir con los amigos esquivos durante mucho tiempo, sin embargo parecía que nada había pasado porque la camaradería hizo que se percibiera corto ese lapso, para sentir cercano al compañero que parecía no haberse ausentado nunca.
Esta promoción se reunió para revivir jornadas de la época estudiantil y reafirmar la amistad que siempre une a hombres y mujeres que tienen propósito de servicio e intentan dar lo mejor en favor de sus pacientes, aunque el sistema los denomine clientes. Los principios aprendidos en el claustro son ahora, en la senectud, más fuertes que cuando los aprendimos en la febril e inquieta juventud.