La reapertura de la frontera ha permitido de nuevo el cruce de personas en ambos sentidos, por ahora a pie, permitiendo que se reavive el comercio entre las dos naciones y facilitando el encuentro entre los miembros de las familias que habían quedado divididas cuando se pusieron barricadas para impedir el paso.
En estos primeros días no hubo la avalancha de personas, tal como había ocurrido en los días que se autorizó el paso a los venezolanos en dos fines de semana previos.
El flujo ha sido tranquilo y los productos que de manera prioritaria están comprando los visitantes en el mercado local son los alimentos, las medicinas y los repuestos de carros que fueron los últimos en ser autorizado su ingreso a Venezuela.
Se espera que en un lapso corto se autorice el tránsito de vehículos tanto de pasajeros como de carga, para llegar a la normalización total, todo ello contando con las medidas de control que han sido acordadas entre los gobiernos, intentado minimizar el problema del contrabando y haciendo más segura y tranquila toda la zona. Estos esfuerzos de las autoridades deben ser permanentes para ejerzan a largo plazo su efecto y la convivencia sea tranquila y facilite el intercambio de bienes y servicios que se requieren tanto aquí como allá.
La crisis generada por el cierre de la frontera tenía que traer cosas buenas para Cúcuta y aunque los comerciantes son los que más se afectaron por la falta de compradores, ahora quienes venden los artículos que compran con mayor avidez los venezolanos, están de nuevo en la época de los gozosos. Otros ramos del comercio todavía no tienen la misma demanda fundamentalmente porque la necesidad no acosa y el cambio de moneda sigue siendo adverso, el poder adquisitivo está muy menguado con la baja cotización del Bolívar, por tanto habrá que esperar y por ahora deben dedicarse a la clientela local. Otro punto positivo fue la salida de los pimpineros de las calles cucuteñas.
Hace muchos años nacieron a escondidas y a medida que los clientes y las autoridades les fueron permitiendo hacerse visibles, se convirtieron en parte del paisaje urbano de nuestra ciudad marcando muchos puntos negros y nos dieron un prestigio poco favorable de cara al país. Esa actividad se convirtió en una fuente de trabajo para muchas personas y sostén para sus familias. Hoy casi han desaparecido por completo estos puestos de vía pública porque las asociaciones han logrado que los expendedores tengan ahora un negocio legal y hagan parte del comercio formal.
Amén de lo anterior, la alcaldía acaba de hacer un anuncio que tiene que ver con la reconversión socio-laboral de un centenar de vendedores de gasolina en pimpinas que ahora va a tener su propia empresa. Se trata de una alianza entre la administración municipal y la Cámara de Comercio de Cúcuta, para que estas personas constituyan empresas que desarrollarán proyectos en Aceite Residual Recuperable y en una empresa transportadora de carga. Más adelante se podrán lograr otros avances y constituir otras empresas en diferentes campos que les brindarán a los pimpineros nuevas oportunidades laborales y comerciales.