Todavía se sienten y resuenan las secuelas del secuestro de la periodista española Salud Hernández y sus colegas del canal RCN, en territorio del Catatumbo. Lo cual no podemos pasar por alto, sobre todo ahora cuando los acontecimientos vividos en caliente ya pasaron y están sedimentados.
Es la región del Catatumbo una zona que parece tan lejana y distante, que los habitantes del departamento, ni siquiera sabemos con precisión donde queda y mucho menos, hemos visitado alguna vez por los estigmas que soporta, dados precisamente por la presencia de la insurgencia, los grupos paramilitares, el abandono del gobierno departamental y mucho más por el gobierna nacional, que recién acaba de enterarse de los múltiples problemas por los cuales pasan los habitantes de esta región y no se ha demorado en hacer anuncios de atención y resolver los problemas que demanden mayor urgencia, por lo que rogamos a Dios no sean meras promesas de oportunidad política.
La coca y la posición geográfica han propiciado que esta planta tengan allí un caldo de cultivo favorable que, ha rendido buenos y jugosos rendimientos a quienes administran sus cultivos y la elaboración de sus productos. Es la coca la que ha empobrecido a los habitantes del Catatumbo, los cuales producen y raspan, pero las ganancias se esfuman porque son otros los que le sacan provecho a esta actividad hasta ahora ilícita, porque algún día, tal y como van las cosas, se presagia que será legal y acabará con toda la estructura delincuencial que la arropa.
El otro punto en consideración a propósito de este hecho, es el delito del secuestro, el cual nunca podrá ser aceptado por la sociedad libre y democrática. Tampoco es admisible que haya secuestrados de primera y de segunda, lo que no se admite es que haya secuestrados, bien sea esa actividad realizada por los grupos guerrilleros, la delincuencia común, o alguna otra organización, llámese como se llame.
La postura del gobierno y los ciudadanos que nos hemos movilizado y a través de muchos medios y formas han manifestado ser contrarios a esa práctica. A todas luces es una ignominia para quien la padece y han sido muchos los colombianos que sabemos han pasado por ese penoso trance. En los acuerdos de paz este asunto del secuestro, su terminación definitiva y la contribución de los desmovilizados para combatirlo una vez hayan vuelto a la vida civil, debe quedar expreso y en letras mayúsculas en los acuerdos de paz que se firmen.
Todos queremos un país en paz y sin secuestros, no es mucho pedir para esta sufrida Colombia que se merece un mejor destino.