Tardíamente la vicepresidenta y canciller de la República, Marta Lucía Ramírez, reconoció en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) lo que todos los colombianos vimos desde un principio: que recibir a los millones de venezolanos emigrantes en nuestro país sin ton ni son, era un grave error. Con todo, no reconoció el problema en toda su dimensión. Y es que esa dimensión que ella desconoce se refiere a que los venezolanos acaparan ahora la prioridad en los hospitales, en las escuelas y colegios y hasta en los planes de vivienda. Lástima que la vicepresidenta y el propio presidente Duque no oyeran lo que se comenta en la calle, en los taxis, en todas partes.
Y para más piedra, se les dio, sin exigirles mayores requisitos, cédula de ciudadanía. Hubo quienes se atrevieron, con la complicidad de empleados de la Registraduría, a comprarla y a falsificarla. En las próximas votaciones se verá el efecto de este despiporre.
La vicepresidenta se quejó de la inmensidad de carga económica que el gobierno de Duque se echó encima por atender a los vecinos fugitivos del régimen comunista. Y se lamentó que a Colombia la dejaron sola. Salvo los Estados Unidos, que han sido muy generosos, los demás países y organizaciones no han hecho sino promesas de meterse la mano al dril. Eso también lo vio hasta el colombiano menos ilustrado, y el ilustrado gobierno hasta ahora lo ve.
Al Gobierno se le aplica el refrán popular: “no puede uno con san Pedro, mucho menos con san Pablo. (¡Pero qué va a saber el Gobierno de refranes si no tiene contacto con el pueblo!) Y aquí va otro para que los de arriba lo conozcan: “a tanto te obligarás, a tanto de obligarán”, proverbio que ya mismo se está cumpliendo: en efecto, lo que no hacen los colombianos de pedir a gritos y a piedra lo han hecho los venezolanos en algunas ciudades colombianas. En otros países no les toleran tal conducta y los expulsan sin contemplación.
La vicepresidenta también dijo que las primeras oleadas de emigrantes venezolanos fueron de gente pudiente, que buscaron a los Estados Unidos y a países europeos. Aquí, reconoció la funcionaria, llegó el indigente que nada puede aportar al país. Aquello de que la inmigración era enriquecedora quedó en puro cuento. Y tal vez por prudencia y cálculo diplomático no habló de la inseguridad, la prostitución, la drogadicción y la violencia ligadas a muchos de tales emigrados, al punto que ya se les teme y en no pocos sitios y por no pocas personas se les mira con rabia.
Pero, al final de cuentas, ¿quién ha resultado favorecido con salir de todos los pobres y soltar presos de las cárceles y enviarlos a Colombia? Blanco es, frito se come y gallina lo pone. Es más: no se olvide que entre esa muchedumbre han venido agentes expresamente mandados por el dictador.
Entonces, ¿Duque viene a ser un servidor de Nicolás Maduro? Sí señores.
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