En estos tiempos duros se añora la sensibilidad y la solidaridad. Vivimos en el mundo una época capturada por la inmediatez, donde solo vale lo mío y al otro que se lo lleve el diablo; un mundo ramplonamente materialista que se ahoga en un consumismo sin gracia, simplemente glotón de cosas, irradiado principalmente desde los Estados Unidos y para los latinos, desde Miami. Es un mundo sumido en una profunda crisis - diría que de civilización -. En medio de este desierto de humanidad aparecen personas que permiten conservar, aunque sea un hilo de esperanza de que no todo está perdido, de que en el fondo del alma humana se mantiene vivo un rescoldo de dignidad, de solidaridad; que la ética puede tener un sentido y un espacio en este presente chato, sin gracia y confundido al considerar que la felicidad la da el tener, la materialidad de la posesión, y no el ser más como personas dignas y respetadas no por lo abultada de sus cuentas bancarias, sino por su calidad y sensibilidad que sustenta su respeto al otro y a la vida en sus múltiples expresiones, compleja y bella.
Por su manera de enfrentar su existencia que confronta esa realidad, quiero distinguir a dos personas: el arzobispo Tutu de Suráfrica y la ex canciller alemana Ángela Merkel. Comparten proyectos de vida en el ámbito del poder - religioso, estatal -. Y este estuvo signado con un sentido ético, puesto al servicio de un interés general, corriendo por ello riesgos e incomprensiones y aún el ataque de muchos. Son la demostración concreta y viviente de que el poder y la política no están condenados a ser prisioneros e instrumentos de los pequeños y mezquinos intereses de personas o de grupos, traicionando su razón de ser. Que su ejercicio debe y puede tener una dimensión ética que le otorga su orientación y sentido.
La de Tutu fue la voz y el comportamiento que en medio de una violencia de años, alimentada por un racismo despiadado predicado por la política del apartheid, nacido con el colonialismo, que Tutu calificó de anticristiana. Por encima de las diferencias y la violencia "fue para la sociedad una brújula moral en los tiempos más oscuros".
Y Ángel Merkel, madre la llamaban cariñosamente sus paisanos por encima de sus diferencias políticas, que gobernó durante quince años la economía más poderosa de Europa convirtiéndose además en la líder indiscutida de la Unión Europea y lo hizo con serenidad, realismo y mano fuerte, mostrando que el poder no debe quedar secuestrado por los grandes intereses, que puede y debe abrirse a la solidaridad con los débiles y perseguidos; en defensa de la democracia contra los autoritarismos, de Putin y de Trump. Ejemplo claro de la prevalencia de la ética y de los valores humanistas en medio de la riqueza y el poder.
Dos maneras de ejercer el poder con un sentido ético profundamente ciudadano y democrático para enfrentar realidades complejas con el compromiso ético - político de su transformación. Experiencias, no discursos, para analizar en este comienzo de un año político como pocos. Puedan darnos luces. Las necesitaremos en los próximos meses.