Amables Lectores: Resulta incomprensible observar como el mismo pueblo se ha encargado de degradar la dignidad y responsabilidad que le compete en nuestra democracia colombiana.
Según la “RAE”, “democracia directa” es un régimen político en el cual el pueblo ejerce la soberanía por sí mismo, sin mediación de un órgano representativo. Si la ejerce mediante representantes o intermediarios se llama “democracia indirecta”.
Es incoherente la conducta que observamos en los diversos candidatos a los múltiples puestos públicos. En época preelectoral visitan los barrios más pobres y fingen ser humildes y sencillos, dolientes y comprometidos con sus semejantes, pero una vez elegidos a ocupar algunos de estos cargos se convierten en desagradables “pavos reales” muy distantes del pueblo que los eligió y quieren llevar vida de faraones a expensas de los recursos públicos que le son arrebatados a las comunidades y a la sociedad en general, privándola de adecuados servicios de salud, educación, vías de comunicación, infraestructura y trabajo. En síntesis “robándoles” el derecho al bienestar.
Más paradójico aún, es la conducta de muchos ciudadanosque el día de las elecciones cambian su voto por bolsas de cemento, láminas de zinc, paquetes de mercado, teja, ladrillo, puestos públicos y contraticos. Con esta conducta están condenando por un periodo de cuatro años más, a todo un pueblo, incluidos sus hijos, nietos y demás familiares a padecer la misma desgracia del robo continuado que solo enriquece a los elegidos por el pueblo. Aquí cabe preguntarse: “Quién peca más, el que peca por la paga o el que paga por pecar”.
Así las cosas, tanto la conducta de algunos electores como la de los sujetos a elegir resultan altamente reprochables. ¿Cuáles son los verdaderos detonantes de estas conductas? ¿Es acaso la ignorancia o la inmoralidad? ¿Será una mezcla de ambas? Si bien es cierto, la falta de cultura política de nuestro pueblo lo lleva por una rueda sin fin, a repetir cada cuatro años los mismos errores, también es cierto que cada día los diversos candidatos a puestos públicos se pulen más en sus triquiñuelas y engaños aprovechándose del desconocimiento y de las grandes necesidades que abundan entre los estratos 1, 2 y 3 de nuestra sociedad que son la gran masa electora, porque los estratos 5 y 6 son minoría, y se muestran indiferentes, apáticos e impotentes ante la desbordada corrupción.
En esta era tan avanzada en telecomunicaciones se conoce con certeza el gusto de los usuarios y es fácil negociar, reunir, informar, difamar y amenazar. ¡Cuántas cosas vemos en época preelectoral! Simultáneamente tenemos una justicia que ya no cojea sino que está cuadripléjica. Así qué difícil se hace castigar los delitos electorales.
Qué triste seguir contemplando la impunidad rampante y a expertos delincuentes ocupando altos cargos públicos, ante esto recuerdo la frase: “A los altos puestos como a las altas cumbres solo llegan las águilas por su propio vuelo o los “reptiles” arrastrándose con engaños”.
Para no terminar llenos de angustia con un apague y vámonos, tengamos alguna esperanza de cambio repitiendo el verso del columnista Andrés Hurtado García: “No te rías porque tengas por el mago la sartén, cuida que no te la quiten y un sartenazo te den”.