A pesar de la complejidad de la democracia, todos creemos tener una idea argumentada sobre ella. Lincoln la definió como ‘el gobierno del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo’, al paso que Churchill, reconociendo sus limitaciones, la consideraba ‘la menos mala entre todas las formas de gobierno’. La democracia, que en sentido moderno apenas tiene 244 años, fue institucionalizada por los estadounidenses.
En la perspectiva colombiana, parece increíble que cumplido el debate en los Estados Unidos el pasado martes, se demore tanto una definición sobre el ganador. Entre nosotros, se diría que en horas lo sabemos.
La democracia estadounidense es robusta en su historia y su presente. Pero para entenderla, es menester conocer detalles institucionales. La creación de los Estados Unidos en 1776, le aportó al Constitucionalismo dos cosas fundamentales: el sistema presidencial y el federalismo.
La primera diferencia electoral, reflejo justamente del federalismo, radica en la escogencia del presidente no por voto popular directo, como ocurre en la mayoría de las democracias occidentales, sino por voto indirecto, en tanto descansa en un Colegio Electoral. No obstante la existencia de unas reglas básicas o generales, cada estado las complementa de manera distinta. Lo mismo ocurre en materias civil, penal y tributaria. Recuérdese que en 23 estados hay todavía pena de muerte.
El número de delegados al Colegio Electoral depende de la población de cada estado, por lo que California pone 55, mientras Nueva York 29, y Iowa apenas 6. En total son 538 grandes electores, que en cada estado no se reparten en forma proporcional a la votación de los candidatos, sino que quien gane, así sea por un voto, se lleva todos los delegados. Sólo Nebraska y Maine no siguen esta regla y dividen su territorio en circunscripciones.
El segundo aspecto deriva de las circunstancias atípicas por el Coronavirus. Hacer votar a 150 millones de norteamericanos el 3 de noviembre, hubiera generado una catástrofe en salubridad. Por eso, se estimularon el voto anticipado y por correo, que en este proceso alcanzaron 102 millones de electores, o sea el 67% del total. Estas modalidades ya existían, pero sin que fueran parte de la cultura norteamericana. Cuando se eligió a Clinton en 1992, solamente el 7% usó el voto anticipado.
Trump recomendó a sus seguidores que no votaran por correo ni en forma anticipada, y descalificó tales instrumentos, dejando la puerta abierta para reclamaciones posteriores. Esta estrategia, que denunció oportunamente Bernie Sanders, hoy se confirma con los cuestionamientos del presidente, a pesar de la carencia de evidencias.
Los demócratas coparon la mayoría del voto anticipado y por correo. El proceso ha sido transparente, y el conteo ha mostrado republicanos y demócratas trabajando de manera incansable, con garantías de seguridad. En muchos estados, se contabilizaron primero los votos del martes, dejando para después los votos anticipados y por correo.
De los 50 estados de la Unión, 44 conocieron los resultados fácilmente, no porque hubieran concluido el escrutinio sino porque las diferencias entre los candidatos eran claras para determinar quién recogería los delegados al Colegio Electoral. Pero en 6 estados la competencia fue bastante reñida.
No parece sensato que Trump hubiera solicitado el cierre del escrutinio en Georgia y Pensilvania, donde en principio ganaba pero temía ser sobrepasado y que, en cambio, reclamara el conteo en Arizona, donde le sucedía lo contrario. En materia de Senado, la victoria correspondió a los republicanos, lo cual demuestra más todavía la inexistencia de fraude. No saber perder y deslegitimar el proceso sin ninguna razón, es insultar al ciudadano.
Biden ganó en franca lid con más de 270 electores, aunque una película de carácter jurídico se inicie. Resaltemos que en el voto popular, Biden también superó a Trump por más de 4 millones de votos y que, en términos generales, la democracia estadounidense salió fortalecida porque se rompieron los récords de participación con 148 millones de votantes. Más importante aún, ganó el mundo entero porque una visión de dignidad humana terminó imponiéndose.