La separación de poderes es uno de los principales pilares de la democracia. Ello implica que aún el más encumbrado de los funcionarios del gobierno tiene que respetar la ley. Por eso, con razón la Cámara de Representantes de los Estados Unidos votó el juicio político contra Trump.
El asalto al Capitolio, que no tiene antecedentes en la historia de ese país, sólo se explica por la actitud de un presidente que representa los sectores más retardatarios de la sociedad norteamericana y la egolatría en su mayor dimensión. Circunstancias de los últimos cuatro años confirman las dos cosas. Afortunadamente, la copa se rebasó con la torpeza de Trump en el sentido de incitar a la insurrección a sus seguidores el día en que el Congreso se aprestaba a validar la victoria de Biden. Atrás quedaban las presiones indebidas y el arsenal jurídico inoficioso para voltear el resultado, sin que se encontraran evidencias de fraude. Esta vez, las escenas aterrorizaban por la destrucción material, los heridos y las muertes ocasionadas.
Internamente, los efectos del asalto al Capitolio son muchos. El FBI desplegó su mejor logística para arrestar a 180 participantes de la insurrección e investigarlos en sus cuentas, viajes, celulares, hospedajes y otros movimientos, concluyendo que poco espontánea fue la revuelta, y que algún grado de planificación la acompañó; por otro lado, la seguridad para la posesión de Biden, dadas las crecientes amenazas, muestra más de 20 mil soldados de la Guardia Nacional en Washington; colateralmente, crece la polémica sobre la libertad de expresión y el inmenso poder de Facebook, Twitter y otras redes al haber cancelado las cuentas de Trump, lo cual seguramente provocará nueva legislación; y, por supuesto, efectos en el Partido Republicano, que progresivamente recuperará su rumbo con nuevos liderazgos.
Nunca antes un presidente estadounidense había soportado dos juicios durante su mandato. Los historiadores no encuentran analogía con este caso, ni siquiera revisando los cruciales momentos de Bill Clinton en 1998, Richard Nixon en 1973, y Andrew Johnson en 1868. Nada es comparable con la postura autoritaria de Trump. Mostrarse como víctima del proceso electoral es una estrategia basada en la mentira, pero como decía Goebbels al mejor estilo nazi, ‘una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad’, y así lo cree la recalcitrante derecha estadounidense.
El daño a la democracia está hecho. En consecuencia, la reparación comienza con un juicio ejemplar que se adelantará durante los primeros meses de la administración Biden. El Senado tendrá que cumplir sus funciones constitucionales frente al impeachment de Trump. Pero además, deberá facilitarle al gobierno Biden todas los instrumentos para superar la pandemia y enderezar la economía. Tres tareas difíciles de desarrollar en simultaneidad.
Decimos que afortunadamente se rebasó la copa porque los hechos ocurridos facilitan el control de ese autoritarismo de derecha que, proviniendo de los Estados Unidos, alimenta sectores análogos en todo el planeta. Ese ‘papayazo’ que entregó Trump, con la sanción que se le viene, sirve para que personajes al estilo Bolsonaro en Brasil, y otros cuantos en el resto de América Latina, entiendan que la democracia se respeta y que tiene cómo defenderse. Imaginemos el peligro si los objetivos de Trump hubieran triunfado. Más de uno, sin respetar resultados electorales, hubiera perfeccionado el ejemplo del magnate para permanecer en el poder.
El caso Trump tiene tal impacto que en el otro extremo del espectro ideológico también se utilizará de escudo. El propio Maduro podrá decir que cuestionar la democracia en Venezuela, cuando la elección de Biden es considerada ‘ilegítima’ por 74 millones de norteamericanos, es un atrevimiento hipócrita. En general, las acciones de Trump afectaron duramente las relaciones internacionales de Estados Unidos, pues poca sindéresis deriva de lo ocurrido como para estar metiéndose en Corea del Norte, Irán, y otras latitudes, o para dar lecciones de democracia a diestra y siniestra. Recomponer las cosas tomará algún tiempo.
En síntesis, por el inmenso daño causado a la democracia, es fundamental que a Trump se le aplique todo el peso de la Ley.