La Naturaleza, la sabia, la pertinaz, la añosa y sempiterna Naturaleza, ha sabido manejar el devenir de su existencia desde ya una larguísima permanencia en el universo (4.500 millones de  según los sesudos estudios de la ciencia). Ha sabido manejar también con celosa paciencia la vida sobre este perdido pedazo de roca que, desprendido de otra inmensa masa sólida, ha navegado sin rumbo sobre el infinito e inconmensurable mundo de las estrellas.

Ha sido capaz de mantener una sólida autoridad  a través de su existencia con movimientos finamente calculados que le han permitido no solo crear vida sino también sostenerla y perfeccionar sus atributos sin límites hasta ahora…

Como si hablara, anuncia sus movimientos cíclicos con puntualidad perversa; casi que retando a su máxima creación con desafiante autoridad.

Es como si ganara cada vez que en su arrogante desafío deja desolación, desarraigo y muerte. Y seguirá ganando porque su desaliñado contrincante se encuentra enredado en asuntos de egoísmos necios y discusiones estériles.

La sabia naturaleza enseña que sus espacios de agua, vegetación, desierto, nieve , atmósfera… le pertenecen. No permite que le invadan sus preciados espacios con abusivo desdén..

Los desafortunados anuncios de muerte y desarraigo tan frecuentes en nuestro medio son el resultado de la invasión irresponsable de espacios que nadie reclama: las orillas expuestas de ríos, lagunas y mares. Solo al estado le corresponde solucionar y reparar.. y sabemos que lo hace con pereza y desidia.

Los desafortunados, producto de la pereza y desidia del estado ni siquiera saben, en medio de su  crasa ignorancia  que el estado protector los abandona una vez que el voto desaparece en la ranura cómplice del cajón de la impunidad.

Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en  https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion