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El mundo del trabajo patas arriba
La tarea urgente es la formalización de cerca de la mitad de las personas que realizan algún trabajo en el país.
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Viernes, 11 de Diciembre de 2020

Tanto en la economía como en general en la vida/actividad humana, la incertidumbre y lo efímero tienden a ser hoy la norma en un ambiente de posmodernidad donde las verdades absolutas y las reglas de un comportamiento estandarizado desaparecieron. Es de alguna manera, el reinado del "aquí y ahora".

En el mundo del trabajo no es distinto. Desapareció la meta de la estabilidad y la seguridad laboral, con su contraparte en el mundo del capital donde se impuso la especulación, la ganancia inmediata. Flexibilización del trabajo y del capital. Crece la necesidad social e individual del trabajo en servicios, la llamada economía del cuidado que adquiere visibilidad y renovada importancia luego del mazazo propinado por la pandemia. Servicios del cuidado no solo de las personas vulnerables por salud o edad, sino hacia la naturaleza (guardabosques, protección y mantenimiento de cuencas y espacios verdes urbanos, reciclajes de las mal llamadas basuras). Oficios adecuados especialmente para mujeres y jóvenes y aún para mayores, que vegetan en el no futuro y la indignidad del desempleo. 

Y en la economía de la producción el trabajo ya no es como antes, estable y permanente con horarios definidos; ahora se requieren tareas específicas o en períodos de tiempo determinados, pagados por horas o por tarea entregada. Son trabajos formales, adecuados a las nuevas condiciones y derechos. 

La tarea urgente e inaplazable por el impacto de la pandemia que desnudó nuestra enorme precariedad laboral, es la formalización de cerca de la mitad de las personas que realizan algún trabajo en el país, hasta ahora condenadas a permanecer en condiciones de informalidad, situación ésta que es, sin duda alguna la mayor fuente de injusticia e inequidad en el trabajo, frente crítico de la vida social, democrática y económica del país.

Urge analizar el asunto con cabeza fría y con perspectiva, para abrirle un camino claro y equitativo a las nuevas formas de trabajo que demandan los desarrollos en curso de la economía. El propósito, seamos claros, es facilitar la formalización laboral y no la sobreexplotación del trabajo. Dicho de otra manera, que la oferta de trabajo formal, sin exclusiones o discriminaciones, cubra al universo de los trabajadores.

La meta inmediata es entonces generalizar el trabajo formal, digno en palabras de la OIT, con sueldo y prestaciones justas como reconocimiento a su aporte a la generación de una riqueza que no es solo obra del capital. Además, es condición necesaria para tener una economía en crecimiento y con mayores ingresos para la población trabajadora que aumenten la demanda. Al empresario productor si no le compran sus productos, así le perdonen los impuestos y no le cobren el crédito, simplemente se queda con su mercancía sin comprador. 

De allí que las políticas de fortalecimiento de la capacidad de consumo con medidas de redistribución del ingreso, de la capacidad adquisitiva, como es el ingreso básico universal, viejo concepto revivido por la pandemia, jueguen hoy un papel central. Ese mayor consumo agregado es condición necesaria para que los inversionistas mantengan y aún acrecienten sus inversiones económicamente productivas.

Son temas actuales y centrales en momentos de negociación del salario mínimo, un ritual que ha perdido mucho de su significado e importancia, y cuando se anuncia la entrega del informe de la comisión de empleo creada por el gobierno Duque. Amanecerá y veremos si plantean el timonazo que las circunstancias demandan. 

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