Amables lectores: Un alto porcentaje de colombianos, quizás por atavismo o por mala educación, suelen resolver las discrepancias o conflictos con los puños, con las armas y en los casos menos graves, con un vocabulario soez. No es la serenidad, la tolerancia, la ecuanimidad y racionalidad la que caracteriza sino por el contrario una falta de control sobre sus emociones. También es cierto que no somos un pueblo dado a respetar las normas y las leyes. La indisciplina es una de las características más prominentes en la conducta de las mayorías que incluso ha dado para acuñar la frase: “Usted no sabe quién soy yo”, pretendiendo con ello demostrar que se tiene la libertad para hacer lo que se les antoje “golpeando”, si se necesita para lograrlo, los “derechos” de los demás.
No somos proclives a buscar la sabiduría, el conocimiento, ni acatar con obediencia lo que dictan las normas sino por el contrario siempre estamos prestos a amañarlas en beneficio personal. Los más de 50 años de conflicto armado y la nefasta cultura del narcotráfico permearon los cimientos de la sociedad colombiana llevándola a una transformación moral y cultural que todavía no parece conocer fondo. No obstante muchos de nosotros aún tenemos puestas las esperanzas en la “ institucionalidad del país “, que debe dar muestras no solo de rigor académico sino de solida moral, ética, honestidad y gran juicio para mantener en equilibrio a una sociedad que parece en franca descomposición. Es por todo lo anterior que nos deja estupefactos los recientes fallos emitidos por las cortes y el consejo de estado, que escapan a todo juicio racional que las personas del común podemos realizar sobre los mismos: “El estado no puede multar a quien consuma licor o drogas psicotrópicas en lugar público” y nos preguntamos; ¿sí puede multar a quien consuma o venda empanadas en las calles? La corte al considerar que la norma violaba el derecho al libre desarrollo de la personalidad faculta el consumo de alcohol y drogas psicotrópicas en los parques y sitios públicos, favoreciendo los derechos de una minoría sobre los de las mayorías e incluyendo la violación, de los derechos de los “niños” de disfrutar de ambientes públicos para su sana recreación. ¿Cuál padre querrá ver a sus hijos rodeado de borrachos y drogadictos?; sino son capaces de un autocontrol en condiciones normales, ¿sí Lo serán bajo el influjo de estos estimulantes? Más grave aún estarán circundados por los proveedores de estas sustancias que ahora gracias al fallo de la corte tendrán un “libremercado ambulante” para el “micro tráfico”.
La corte absuelve a hombre por desconocer edad de menor con la que tuvo sexo. Esto significa que quien tiene relaciones sexuales consensuales con una menor de 14 años creyendo que tiene más edad “no comete un delito”. Así las cosas no solo empieza a deteriorarse la confianza sino también la esperanza porque parece que las altas cortes en el ánimo de salvaguardar las libertades públicas favorece el derecho de lo particular sobre lo colectivo y además parece desconocer el perfil psicológico y las conductas abigarradas de algunos colombianos, en un pueblo heterogéneo influenciado por factores como el narcotráfico y el conflicto armando. Colombia no es Portugal, ni Suiza, ni Canadá ni algún otro país desarrollado