La relación entre juventud y cambio, la visión de los jóvenes como críticos del presente y luchadores por el futuro, es un cuadro clásico en el mundo occidental, no así en las culturas tradicionales americanas y africanas y del Oriente donde suele venerarse la sabiduría y la experiencia que dan los años. En Colombia la voz y la energía juvenil ha estado presente en muchos de los momentos de cambio desde la Independencia, en la llamada revolución de mediados del siglo XIX, los agitados años veinte y treinta del siglo pasado y en el sueño romántico de la guerra revolucionaria de la segunda mitad del siglo.
Los jóvenes en el mundo y en Colombia reaparecen hoy en el escenario con sus voces de rechazo de lo existente y sus llamados al cambio; voces cargadas de emoción, fuertes en un reclamo que necesita ser precisado "para pasar de la indignación a la justa acción", el lema de los jóvenes del nuevo partido Dignidad. Reaparición en unos años caracterizados por una crisis profunda de la política como se conoció durante más de un siglo y en la cual los jóvenes no se ven ni interpretados ni representados.
Han sido años donde en el sistema económico en grados diversos, aún en países antaño socialistas, se impusieron los intereses del capital financiero cuyo propósito fundamental, a diferencia del industrial prevalente desde los inicios de la industrialización, no es crear nueva riqueza, nuevas empresas, empleos y procesos tecnológicos, sino comprar el esfuerzo y el trabajo logrado durante décadas por el capitalismo industrial, en un proceso incontenible de concentración de riqueza y de poder.
Hoy las noticias económicas abundan sobre fusiones y tomas de empresas y no de la creación de nuevas. Aumenta la concentración de la riqueza y con ella la pobreza y falta oportunidades y de empleo, generándole a los jóvenes incertidumbre cuando no franca inseguridad sobre su futuro en un mundo del cual son profundos críticos.
El próximo en Colombia 12 millones de jóvenes entre los 14 y los 28 años podrán votar por sus representantes a los consejos locales y regionales de juventud (CLRJ), que fueron creados por la ley 1622 de 2013 pero que solo ahora serán puestos en operación, bajo el impacto que crearon los reclamos y movilizaciones, básicamente juveniles, de los últimos meses.
Para muchos será su primer contacto con organizaciones políticas y lo quiero interpretar como un primer paso de los jóvenes para no dejarle los espacios de intervención y decisión política a los de siempre, criticados y rechazados, avance inicial que pueda abrirle el camino a algo que nuestra sociedad reclama, una política aireada y renovada con nuevos actores, alejados de las viejas mañas que tanto daño le han causado al país y a la política y al quehacer político, condición necesaria para avanzar con paso firme y no simples discursos hacia la transformación de fondo que Colombia necesita y que grupos crecientes de ciudadanos reclaman con energía.
Es la primera y crucial avanzada que aún con una abstención comprensible abra caminos para lograr la reclamada transformación nacional. Ojo que la crítica ciudadana no es a la política como tal, actividad insustituible para la vida de la sociedad; la lucha es contra las malas prácticas políticas vigentes que la prostituyen y que bloquearían la necesaria transformación radical y democrática de Colombia, transformación que es de raíz política. La elección de los consejos de jóvenes el próximo domingo debe ser un primer y fundamental paso en esa dirección.