Numerosos países se han convertido en destinos turísticos atrayentes por sus ofertas de playas exuberantes, monumentos históricos, hoteles suntuosos, reservas naturales o desarrollos urbanos extraordinarios; en fin, por diversos sitios singulares que invitan a visitarlos y que generan un fortalecimiento enorme de sus economías.
Con todo, este renglón de desarrollo puede afectarse por circunstancias variadas, especialmente las que se refieren a la seguridad y la tranquilidad de los visitantes. No se puede olvidar, tampoco, la gran afectación que produjo la pandemia del COVID en todos los países, principalmente los que tienen mayor dependencia del turismo.
Para convertirse en un país turístico es necesario adoptar una política estatal sostenida y bien concebida. Los ejemplos son muchos, pero me voy a referir solamente al caso español porque puede servirnos de guía si el gobierno colombiano se inclina por estimular este renglón de la economía.
Terminada la sangrienta guerra civil, sufrida entre 1936 y 1939, la nación española estaba en ruinas. Las ciudades habían sufrido espantosos bombardeos, los campos estaban desolados y los habitantes empobrecidos. Era tal la miseria que en las calles se vendían colillas de cigarrillos y los autos tuvieron que transformar su energía en motores de vapor, de suerte que parecían estufas de carbón porque no había yacimientos de petróleo ni era posible importar gasolina.
Manuel Fraga Iribarne, ministro de información y turismo de Franco entre 1962 y 1969, puso en funcionamiento el programa de los llamados Paradores Nacionales para convertir en modernos hoteles a numerosos conventos, castillos y otras edificaciones históricas a lo largo y ancho del país. Los turistas podían visitar estos lugares tradicionales contando con alojamientos estupendos, seguros y a precios baratos dada la baja denominación de la peseta española. Fue el arranque del gran desarrollo turístico español, y vale la pena recalcar que fue un plan gubernamental audaz en un momento de estrechez económica.
Colombia también puede convertirse en un atractivo destino turístico por su belleza natural, pero es indispensable ofrecer a los visitantes seguridad y comodidad. No es suficiente idear un eslogan creativo y hacer una costosa propaganda oficial; deben establecerse las condiciones adecuadas para que quienes nos visiten encuentren un país tranquilo, una atención profesional de los operadores y unos precios razonables. Hay que tener un control eficiente para que no se explote a los turistas ni se les espante con estrategias abusivas. Es decir, debemos convertirnos en unos amables anfitriones.
Y también es necesario desplegar una política de fronteras en coordinación con los países vecinos, porque ellas son puertas de entrada permanentes. Regiones como el Norte de Santander merecen la atención del gobierno central por tratarse de importantes aportantes a la economía nacional.
NOTA. Quiero expresar en esta columna mi sentimiento de pesar por el fallecimiento de la doctora CRISTINA BALLEN SPANNOCCHIA, insigne educadora de juventudes, miembro sobresaliente de la Academia de Historia de Norte de Santander – su benefactora – y una generosa auxiliadora de los necesitados. Mi condolencia a todos sus allegados también me cobija porque con ella me vincula un lejano parentesco. Paz en su tumba.
ramirezoerez2000@yahoo.com.mx