La muerte del famoso YouTuber Legarda es tan solo una muestra visible de la compleja situación de violencia e inseguridad que vive Colombia: homicidios, extorsión, secuestros, fleteos y hurtos están a la orden del día. No hay semana en la que dejen de ser asesinados anónimos compatriotas por las balas perdidas del crimen organizado (esto es solo una parte del problema); lamentablemente, sobre esos hechos la información es mínima y no trasciende porque se volvió paisaje y no se trata de personajes reconocidos. Si bien el gobierno nacional viene haciendo un gran esfuerzo por recuperar el orden, la verdad es que, tras 8 años de desmadre y crecimiento desbordado de la delincuencia común bajo la égida del tartufo Santos, son muchas las medidas radicales que faltan y que habrán de acometerse, pues se requiere sin duda de un plan de choque contundente para dicho flagelo; de lo contrario, la violencia seguirá creciendo como la manigua hasta tragarnos.
Desde que la ideología “mamerta” empezó a permearlo todo, a trastocar el orden de las cosas y a subvertir los valores, se creó la falsa idea de que la fuerza pública no debe actuar con contundencia. Me explico: para la izquierda, un policía o un militar no puede ejercer la autoridad como corresponde porque entonces es un violador de los derechos humanos. Es mal visto para algunos que, en ejercicio de sus atribuciones constitucionales y legales, un héroe de la patria haga lo que tiene que hacer. Es justo aquí donde empieza a enredarse todo y, a mi juicio, una vez resuelto este punto, empezaremos a ver la luz al final del túnel.
Recordemos la escena de hace unos meses, en la que, en medio de protestas de supuestos estudiantes, uno de esos facinerosos intentó incinerar a un policía. Los “progre” y demás hierbas del pantano le restaron importancia a ese episodio miserable, mientras que exaltaban la manifestación en sí misma. Varias cosas para analizar a partir de este hecho en particular: los ilegales, sin importar su manera de pensar, se sienten habilitados para hacer lo que les venga en gana, pues saben que los agentes del orden de alguna manera están limitados (la Fuerza Pública tiene miedo a actuar porque al final siempre sus miembros resultan empapelados y saben, además, que si ejecutan capturas lo más probable es que un juez termine por decretar la libertad de los susodichos malandros).
Hay un problema estructural que debe resolverse definitivamente. Lo primero que hay que hacer es darles seguridad jurídica a nuestros policías y militares para que hagan su trabajo sin miedo; se debe legislar en esa vía. En un país serio, un miserable que le lanza una bomba incendiaria a un agente del Estado, debe ser repelido con contundencia. La Fuerza Pública debe experimentar el apoyo irrestricto del gobierno de turno: el respaldo institucional es fundamental, como lo es también el diseño de una política anticrimen que inmiscuya a todas las ramas del poder en la ejecución e implementación de la misma.
Duele ver cómo se truncan los sueños de tantos inocentes, familias destrozadas por el dolor, la desdicha y la tragedia. No hay derecho a que esas cosas sigan ocurriendo. Mientras los delincuentes carecen de fronteras, nuestra Fuerza Pública está maniatada, sin derechos para actuar como se requiere en tiempos de degradación y barbarismo.
Sueño con una Colombia libre del hampa, pero eso solo es factible si la fuerza del Estado cae implacable contra todo aquel que se atreva a desafiarlo, y, para que ocurra debemos rodear, apoyar, proteger, incentivar y, sobre todo, empoderar a miles de policías y soldados que hoy no tienen herramientas reales para defenderse y defendernos.
La ñapa I: La impresentable Corte Constitucional sigue legislando, ante la mirada complaciente de un congreso eunuco que permite la usurpación de sus funciones. ¿Hasta dónde van a llegar los “togados del mal” sin que alguien los pare?
La ñapa II: El escándalo montado contra el exdirector de RTVC Juan Pablo Bieri tiene un origen espurio: los intereses económicos de los tales “Puros Criollos”: compras irregulares de tiquetes aéreos, gastos injustificables en comida, contratos entre esposos y un largo etcétera. ¡Ahí están pintados los mamertos!
La ñapa III: Gabriel Silva, un sujeto de ingrata recordación, mandado por su socio el tartufo Santos, arremete contra el expresidente Uribe y el presidente de Fedegan José Félix Lafaurie, con infundios miserables. ¡Que más bien el bellaco dipsómano de Silva nos cuente de los negociados con Santos, de los papeles de Panamá y de tantas otras pilatunas suyas!
La ñapa IV: Cien años pueden ser mucho o pueden ser poco. Cuando se ha nacido para ser grande, el tiempo no importa: ¡Feliz Aniversario, Alejo Durán, viejo querido! ¡Tremenda parranda habrás armado ayer en el Cielo!
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