Durante 20 días del mes de noviembre de 2018 fui seleccionado para participar en un curso intensivo sobre desactivación de minas antipersona y artefactos explosivos en Asia, específicamente Camboya (Laos, Vietnam). Esta oportunidad sin precedentes para un nortesantandereano se dio porque en ese entonces estaba a cargo de la construcción de paz y las víctimas del conflicto armado colombiano de Norte de Santander y lamentablemente somos el segundo departamento de Colombia con mayor contaminación de estos artefactos; así que una vez seleccionados, nos dirigimos a más de 26 horas de vuelo, a un lugar que nunca pensé que se podía visitar, que solo lo conocía por las series, documentales y películas que se han elaborado de aquellas historias trágicas de guerra y en donde, además, con mi visión no solo de paz sino de historiador y humanista me sumergí en una magnífica experiencia que transformó mi vida y que de regreso, en la medida en que pude, implementé los aprendizajes sobre nuestro territorio. Lamentablemente no se avanzó en el proceso por decisiones políticas y por la continuidad de la guerra.
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El trayecto inició con muchas inquietudes; comida, idiomas, distancias, cambio de horario, culturas distintas y problemáticas iguales: Cúcuta – Bogotá – Frankfurt - Bangkok – Singapur- Nom Pen de ida y por la misma ruta de vuelta; 12 horas exactas de diferencia y una cultura en todo sentido, distinta.
Camboya es un pequeño país del sureste asiático que, junto con Vietnam, Laos, Birmania y Tailandia fue colonia francesa desde 1887 hasta su independencia en 1953. En 1970 la estabilidad que Camboya había gozado bajo el Gobierno del príncipe Norodom Sihanouk se vio afectada con el estallido de la guerra de Vietnam.
Con el objetivo de aniquilar las bases comunistas que Vietnam del Norte había desplegado sobre Camboya, Estados Unidos emprendió una intensa campaña de bombardeos y apoyó al general camboyano Lon Nol para dar un golpe de Estado; esta intervención ocasionó que miles de camboyanos dejaran las ciudades o murieran. Como resultado del conflicto bélico y de la intromisión de Lon Nol, aumentó el descontento contra el Gobierno entre la población.
Entre dichos grupos se destacó el Jemer Rojo, facción guerrillera de orden comunista—cuyo nombre deriva del pueblo jemer, principal etnia de Camboya—que reclutó en las comunidades rurales a miles de combatientes. La guerra civil se intensificó con la constante disputa de poder entre Lon Nol y el Jemer Rojo y, a su vez, la guerra de Vietnam provocó que grupos del Sur de ese país se refugiaran en Camboya. Lon Nol tomó fuertes represalias contra los vietnamitas y las comunidades rurales, acusándolos de simpatizar con el Jemer Rojo.
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En 1973 Estados Unidos se retiró de la guerra; Vietnam del Sur, que había desplegado una avanzada militar en Camboya para debilitar a Vietnam del Norte, replegó sus tropas y, sin esos apoyos, el Gobierno de Lon Nol no tardó en caer ante el Jemer Rojo, que para ese momento tenía ya el control del 60% del país. El 17 de abril de 1975 el Jemer Rojo entró en la capital, Phnom Penh, y estableció un régimen que duró tres años y nueve meses, bajo el nombre de “Kampuchea Democrática”, en el que se perpetraron infinidad de atrocidades.
Sea este el espacio para agradecer públicamente a la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), que financió la actividad; al Centro de Acción Contra Minas de Camboya (CMAC), que dictó el curso y a la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP) de Colombia, que me seleccionó para participar. Gracias a las comunidades de Nom Pen, Battambang y Siem Reap, a las comunidades budistas del templo de Angkor Wat y a las víctimas de la Oficina de Seguridad S-21 de Tuol Sleng por permitirme conocerlos; es un deber moral de nosotros de una vez por todas exterminar las minas y artefactos de nuestros campos. ¡Debemos volver a recuperar la esperanza y la libertad!
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