Con bombos y platillos celebró el Gobierno la reunión entre Gustavo Petro y Nicolás Maduro en el palacio de Miraflores en Caracas. Un encuentro que, sin lugar a duda, produjo gran expectativa en el país y en toda la región. Selló la semana, la victoria del presidente Lula Da Silva en Brasil, lo que sin duda sitúa a nuestro continente en la “marea roja”. Sin embargo, la victoria de Lula refleja un país profundamente dividido y polarizado.
En la agenda binacional con Venezuela se trataron los temas de fortalecimiento a la comunidad andina, relaciones diplomáticas, económicas y comerciales, la “consideración” del reingreso de Venezuela al sistema Interamericano de derechos humanos, protección de la Amazonía y el reinicio de labores de inteligencia. Todos anuncios importantes, aunque parece que se “pidieran favores” sin garantía de cumplimiento.
Así las cosas, en cuanto a los derechos humanos, el presidente Petro debió haberle expresado a Maduro la gran preocupación que existe en la comunidad internacional por su evidente violación, sobre todo, contra los sectores de oposición, que no tienen ningún tipo de garantía para ejercer su rol. Esto es primordial para que cualquier democracia funcione y demuestra que el régimen venezolano de Maduro es antidemocrático, dictatorial y autoritario.
Sorprende que no se hizo referencia a los más de 2.2 millones de migrantes que actualmente viven nuestro país. Es necesario que de manera urgente se establezca un mecanismo internacional que le dé corresponsabilidad al estado venezolano sobre la situación de los migrantes. Los colombianos hemos sido solidarios para agradecer al pueblo venezolano que durante décadas recibió a compatriotas migrantes. Sin embargo, es imposible atender a los migrantes con cargo exclusivo al presupuesto nacional.
Igualmente, y de gran trascendencia, es restablecer la cooperación en materia de seguridad y judicial para enfrentar a las mafias de contrabando, minería ilegal y narcotráfico que tienen azotada a la frontera. Entre todas estas estructuras criminales, hay una que debe parar ya y es la de trata de menores de edad con fines de explotación sexual entre el Eln y bandas delincuenciales venezolanas. Nuestros niños son absoluta prioridad, y su abuso no puede quedar en la impunidad.
Celebro que se haya reabierto la frontera, la reunión de los presidentes, pero son grandes los retos binacionales. El costo del “cerco diplomático” a Venezuela de Duque, lo tendremos que pagar durante décadas. No solamente se trata del desafío económico. Tiene una gran tarea el embajador Benedetti. El cuidado de la dignidad humana y del planeta deben ser el eje de Colombia como “potencia mundial de la vida”.
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