Es imposible desconocer que la resistencia indígena en Colombia tiene siglos de historia y que ha sido una de las primeras en germinar de forma organizada como movimiento. Sin embargo, lo admirable de la lucha de los indígenas no reside únicamente en la longevidad de la ardua labor, sino en las transformaciones jurídicas y en materia de política pública que han logrado en el país.
También es cierto que las victorias de las comunidades indígenas se han dado gracias a la confluencia de varias organizaciones y de un accionar con objetivos plenamente identificados y compartidos por los pueblos. Pero uno de los movimientos de mayor trayectoria, reconocimiento, legitimidad y alcance ha sido el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), el cual cumplió 50 años de ardua labor el pasado 24 de febrero.
Con unos principios claros desde su inicio (Unidad, Tierra, Cultura y Autonomía), desde 1971 el CRIC ha agrupado a una serie de asociaciones zonales, consejos de autoridades tradicionales indígenas, cabildos mayores y territorios indígenas (resguardos), que han logrado garantías en el acceso a derechos por parte de comunidades indígenas.
Los ocho pueblos indígenas que representa el CRIC (Nasa, Guambiano, Kokonuko, Totoró, Yanacona, Inga, Eperarasiapidara y Guanaco) han paralizado al país en momentos precisos y han logrado que toda una Nación vuelva los ojos hacia las problemáticas de los indígenas. A pesar de la dualidad de su lucha, que por un lado abarca el reconocimiento como iguales (en términos de ciudadanía) y por otro el poder ser reconocidos en el marco de la diferencia (con derechos exclusivos), la unidad del CRIC ha permitido grandes victorias no sólo para los pueblos del Cauca sino para la protección de las comunidades indígenas de la Nación.
En 50 años de historia han dado vida al ya existente Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales, han erigido un Sistema Educativo Indígena Propio robusto, lograron la consolidación de un capítulo étnico en los Acuerdos de Paz de 2016 y sobre todo, conquistaron el reconocimiento de la tierra como un bien colectivo y garante de la pervivencia de los pueblos.
El CRIC es un agente no solo movilizador, sino además tejedor y dignificador de la memoria, que ha sabido soportar con dignidad y entereza ataques en el campo ideológico y la estigmatización de la exigibilidad indígena, gracias a que ha conservado su activo más importante: La unidad.
Esta no es una organización como otras, se diferencia porque ha sido capaz de transformarse y deconstruirse en forma de espiral, como sus mismos integrantes y líderes lo reconocen: Ha posicionado la fuerza de la mujer en las luchas indígenas y de manera conjunta, sin protagonismos innecesarios ni egos que resten fuerza a los logros, celebran los pasos que la organización ha dado en beneficio de los pueblos indígenas de la Nación.
El CRIC es tan fuerte que ha dado origen a otros procesos reivindicatorios como la ONIC, con su creación en 1982. Sin embargo, todavía tiene grandes pasos por recorrer. Hace falta mayor incidencia en el cumplimiento de lo que ya se ha logrado, como la implementación de los Planes de Salvaguarda Étnica (PSE) y los Planes Integrales de Reparación Colectiva, para que su lucha trascienda del accionar legislativo a la ejecutoria de acciones desde políticas públicas concretas.
Que el verde y el rojo, los colores de esta lucha, sigan siendo un símbolo de resistencia y protección de los pueblos indígenas de nuestro país.