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Refugiados venezolanos: el nuevo terremoto de Cúcuta
A pesar de lo que significa una tragedia de esta magnitud...
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Lunes, 19 de Febrero de 2018

La catástrofe sirvió como acicate para que los sobrevivientes desarrollaran un ímpetu increíble de acción, de renacer, de progresar y de realizar como hasta ahora no se ha vuelto a dar en Colombia. 

Rafael Eduardo Ángel

Eran las 11:15 a.m., 18 de mayo de 1875, la hora acostumbrada de almuerzo en esa época. En cerca de 50 segundos, los dos siglos de esfuerzo para construir Cúcuta quedaron en ruinas. El terremoto de Cúcuta acabó con la vida de alrededor de 14 mil personas en 80 kilómetros a la redonda.

A pesar de lo que significa una tragedia de esta magnitud, la necesidad de reconstruir la ciudad trajo consigo un impulso como pocos en la historia de la Perla del Oriente. Sobre las décadas siguientes al desastre, el abogado nortesantandereano Rafael Eduardo Ángel dijo, “El sector privado en una carrera vertiginosa llevaba a cabo obras de primicia y gran importancia como la construcción de casas y edificios públicos, alcantarillado, acueductos, empresas de energía eléctrica y empresa de teléfonos cuando todavía Bogotá ni siquiera contaba con ese servicio”. Irónico pasado, después de la ruina vino la fortuna. 

El terremoto Cúcuta no ha sido el único caso de reconstrucción impetuosa. El gran incendio de la ciudad norteamericana de Chicago, cuatro años antes (1871), también provocó un proceso de reconstrucción, fundamental para lo que hoy en día significa Chicago en el mundo. 

Al parecer, ese impulso que recibimos hace siglo y medio se está desvaneciendo. La riqueza y gloria de Cúcuta en el siglo pasado se ha ido esfumando, hoy en día, las calles cucuteñas están llenas de pesimismo, hambre y desconfianza. Es como si la ciudad hubiera llegado al punto de estar prácticamente desprotegida. El terremoto de este siglo es una mezcla de economía ilegal, violencia desbordada y falta de identidad. Cúcuta y la región se ha vuelto un mute sin sabor, donde la lista de ingredientes es interminable: contrabando, corrupción, bandas criminales, pereza, desempleo, asesinatos, cultura del atajo, narcotráfico, egoísmo, entre otros. Un mute sin sabor que nos deja la crisis humanitaria que estamos atravesando con los refugiados venezolanos, o mejor dicho, una crisis humanitaria que realmente vinimos viviendo desde hace veinte años. 

Esta ciudad fronteriza se acostumbró al abandono del Estado, al desorden. Nadie respeta las leyes, porque no hemos aprendido a respetarlas. La indiferencia del gobierno central es el castigo de nuestra propia indiferencia. La llegada de miles de venezolanos (550 mil ingresaron al país en 2017 según Migración Colombia) es como un terremoto que a su paso trae hambre y desolación para todos.

El alcalde y gobernador demuestran que son básicamente inútiles ante una situación como esta, y la de siempre. El poder y la influencia que los senadores y representantes a la cámara de Norte Santander tienen en Bogotá es ejercido por cobardes. O como diría Chávez, ejercido por “cachorros de la oligarquía”. Ojo.

La mayoría de cucuteños aún no entendemos el preciado valor del voto. Todavía creo en nuestra estructura republicana. Aún creo que el voto es un gran recurso para reconstruir una ciudad de la que todos podamos enamorarnos. 

Los candidatos al senado y cámara para las elecciones de este 11 de marzo tienen el reto de cautivar a los cucuteños con valentía de verdad. Con demostrar que tienen los pantalones para enfrentar monstruos como las poderosas bandas criminales del Catatumbo o las campañas mafiosas de la mayoría de congresistas actuales. Porque les aseguro que, no durarán mucho tiempo en el poder. Esto es una olla a presión a punto de estallar, y los valientes que se logren identificar con las necesidades reales del pueblo son los que gobernarán. Los cobardes en el poder no durarán más de 20 años. Es la oportunidad de ser los protagonistas de la reconstrucción de nuestro segundo terremoto. 

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