No ha habido una diferencia radical de circunstancias, pero la entrada del Año Nuevo parece suficiente para devolvernos esperanza. Esa postura sicológica que deriva del calendario, puede complementarse si pensamos que la historia no es determinista y que podemos cambiar, asegurándonos un futuro mejor.
Aunque los problemas son múltiples, y algunos estructurales, aquéllos de carácter coyuntural nos afectan demasiado en el corto y mediano plazo. Consideremos apenas tres:
La pandemia, cuyos estragos son devastadores en salubridad y economía. No obstante parecer limitada nuestra planeación porque es un tema nacional, debemos ser creativos y contundentes para contener la expansión del Covid, frenando la indisciplina a través de una gran cruzada educativa liderada por la Gobernación y las alcaldías, junto con los medios de comunicación, las iglesias, los gremios, las universidades y colegios. Es imposible parar una economía informal de años, pero no lo es inculcar y forzar protocolos de distancia, máscara y lavado de manos, o educar para el tratamiento casero de los primeros síntomas. Así mismo, deberíamos prepararnos para la etapa de vacunación. Dadas las pocas dosis que tendremos, habría confusión, y también corrupción. Sabemos que de cumplir en tiempo las farmacéuticas, y de respetarse la proporcionalidad demográfica, sólo tendremos para inmunizar al 40% de la población. ¿Y el 60% restante?
En un Estado Social de Derecho, la igualdad de oportunidades tiene que imponerse. La gratuidad prometida frente a la vacuna fue un populismo del gobierno, que no tiene cómo garantizar una cobertura para toda la población. Mientras ello no ocurra, debemos repensar el esquema para que los pudientes no hagan parte de la gratuidad, y contribuyan con los sectores marginados, entre otras porque la vacuna sin sobrecostos vale 50 mil pesos. Sobran las ideas para propiciar justicia social.
Un segundo tema sobre el cual toda la dirigencia regional debería comprometerse, se relaciona con Venezuela. Es absurda la ruptura diplomática entre dos naciones que históricamente han estado siempre vinculadas, cuya frontera en Cúcuta es quizás la más viva de América Latina. Ciertamente el gobierno Maduro es un desastre, y la metástasis económica y social muestra una Venezuela agonizante, que contrasta con la que conocimos años atrás, y con ese comercio entre los dos países que superó los 7 mil millones de dólares. Pero creer que Guaidó es presidente, y que por diferencias ideológicas no puedo hablar con mi vecino, es vivir la enfermedad infantil del surrealismo. No olvidemos que se pudieron entender Reagan y Gorbachov en la peor década de la carrera armamentista de las superpotencias. De manera que, un plan estructurado deberíamos proponerle al gobierno nacional para replantear la situación. De seguro, las dirigencias de Arauca y La Guajira nos acompañarían. Así las cosas, en varios años podríamos recuperar la normalidad de antaño o, al menos, establecer su ruta.
Un tercer problema, que hace 15 años era coyuntural y ya parece estructural por su permanencia y crecimiento, es el Catatumbo y su frenética violencia, derivada del narcotráfico, que afecta no sólo a los municipios del área sino a Cúcuta y todo el departamento. La zona, que tiene más de 33 mil hectáreas de cultivos ilícitos, está más que diagnosticada, y el gobierno no puede dejarla en manos de las mafias. Hace ya casi un año, el filántropo Howard Buffet donó 46 millones de dólares para la recuperación de 112 kilómetros de caminos regionales y 178 de vías terciarias. ¿Qué ha pasado? Ese plan, que constituiría un buen inicio, debe complementarse con otros de infraestructura y sustitución de cultivos. En la zona todo está por hacer para generar paz y prosperidad. Los nortesantandereanos requerimos del gobierno nacional acción y firmeza. ¿O vivimos acaso en un Estado incapaz y fallido?
Estas tres tareas son complejas pero inaplazables. Con voluntad férrea, persistencia, y mucho trabajo se pueden cumplir. La mayor prueba para una generación es demostrarse a sí misma que enfrenta retos y puede doblegarlos.
Claro que podemos superar la pandemia, restablecer las relaciones con Venezuela, y recuperar el Catatumbo.