El apetito voraz de las Farc no parece tener límites. Las aspiraciones de ese grupo de bandidos van más allá de hacerse a varias curules en el Congreso, y al poder por la vía de Gustavo Petro o de cualquier otra manera, combinando todas las formas de lucha, a las que la plaga de la izquierda radical ha recurrido de manera histórica e inveterada. No conformes con narcotraficar, asesinar, secuestrar, extorsionar, incinerar pueblos enteros y explotar sexualmente a miles de menores, entre muchos otros crímenes atroces, los miserables de las Farc ahora buscan esquilmar el erario, como si no fuera suficiente todo el daño que ya han causado.
Interceptaciones telefónicas realizadas por la Fiscalía General y reveladas por la FM, dan cuenta del entramado de corrupción que se tejió con el manejo de los dineros de la falsa paz de Santos. A ciencia y paciencia del Gobierno y de los entes de control, las Farc, representadas por Marlon Marín, sobrino del forajido Iván Márquez, se embolsillaron miles de millones de pesos, con la intención de sumarlos al espurio y colosal patrimonio (manchado de sangre y dolor) de esos mercaderes de la muerte.
Al bajarse Santos los calzones en el proceso de paz, que de acuerdo no tuvo nada, porque más bien lo que se materializó fue la capitulación de la institucionalidad ante la criminalidad guerrillera, Timochenko y sus secuaces se creyeron los dueños del país, y los colombianos de bien salimos a deberles. Empoderados por Santos, De la Calle, Jaramillo y otros muchos traidores a la patria (que ya pagarán con creces el daño que le han causado a la República), las Farc exacerbaron y exhibieron la arrogancia propia del que se cree intocable y por encima de la ley.
Las coimas recolectadas por el sobrino delator de Iván Márquez (actualmente testigo protegido del Departamento de Justicia de los Estados Unidos,) en desarrollo de contratos ficticios y engaños de toda laya, son una pequeña muestra de la podredumbre que esconde la cloaca del “Cartel de la Paz”, en la que también están involucrados funcionarios del Estado, políticos y empresarios. Las implicaciones jurídicas del escándalo podrían configurar la competencia de tribunales foráneos, en el entendido de que dineros producto de los entuertos precitados, de alguna manera tocaron el sistema financiero gringo y europeo.
Los “angelitos” de las Farc llegaron al extremo de hacerse consignar en la cuenta personal del gerente de su campaña electoral la bicoca de más de 5.500 millones de pesos, que, por ley, debían estar en la cuenta del partido. Obviamente, el esguince tenía un fin: robarse también esos recursos.
Creer en las carantoñas y las buenas intenciones de un grupo de subnormales capaces de cualquier monstruosidad no deja de ser un acto de infinita estupidez. Hay que recordar siempre que se trata de malandros profesionales que solo entienden la existencia a través del prisma del delito, una forma de vida que la mayoría de las veces no tiene retorno: después de cruzar ciertos límites y rebasar algunas fronteras, no hay redención posible.
La ñapa I: La JEP va de mal en peor: sacaron al fulastre de Néstor Raúl Correa, y reclutaron a la demonia de Marta Lucía Zamora. ¡Lindos!
La ñapa II: Venezuela comiendo basura, y Colombia antojada. Sigan creyendo que Petro es la solución.
La ñapa III: Santos y su Procurador de bolsillo, han perseguido con saña al candidato a la alcaldía de Cartagena, Quinto Guerra. Nada bueno puede haber detrás de semejante andanada: oscuros intereses se cocinan.
La ñapa IV: Santos dice que Colombia tiene autopistas similares a las de Alemania. Ya no se trata del cinismo de siempre, sino de una patología siquiátrica muy compleja. El presidente consigue dar lástima de vez en cuando.