La Parada se ha convertido también en un albergue a cielo abierto para los venezolanos apenas atraviesan el puente internacional Simón Bolívar.
Es el dormitorio al aire libre más grande de la fronteriza con Venezuela.
Incluso, el separador de la autopista de Villa del Rosario es refugio para algunos “mientras ven qué hacen”. Así lo contó Jonathan Méndez, de Yaracuy.
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Está en ese lugar desde hace un mes, con su esposa Marcelys Vera y su niña, 9. Junto a ellos, en el mismo separador, le acompañaban más de 100 personas, que cuidaban el espacio para tener dónde dormir, mientras el resto habíaa ido a vender mercancía venezolana en las calles.
Carpas, cobijas, cajas rotas, telas de toldo les sirven de techo a estos inmigrantes. La grama y la arena hacen de colchones.
El problema no se registra en un solo espacio, como en la cancha de Sevilla de Cúcuta (hotel Caracas), sino que utilizan espacios públicos como andenes, frentes de locales cerrados, terrenos baldíos...
La cifra de cuántos son es una incógnita, pero en las noche, los andenes de cuadras enteras son cama para los inmigrantes.
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La personera de Villa del Rosario, Marly Álvarez, detalló que en su oficina recibe mínimo 15 personas diarias pidiendo ayuda, pero que este conteo es solo un pequeño reflejo de la magnitud del problema
(Algunos cocinan debajo de los árboles para vender, y otros lo hacen para consumo propio.)
El alcalde, Pepe Ruiz, aseguró que ellos no cuentan con las cifras sobre la cantidad de inmigrantes que están viviendo en espacios públicos.
María Durán, de Maracay y contadora pública, tiene 20 días durmiendo debajo de un árbol de nim, con su esposo y su hija. “Me vine a Cúcuta, porque un tío me dijo que viniera, que me ayudaría mientras yo lograba encontrar un trabajo. o mi esposo... Pero ahora no logro contactarlo. Supuestamente está de viaje en Bogotá, y ahora estamos varados, viemdo qué podemos hacer”, dijo.
Atravesando la autopista (sentido Villa del Rosario-Cúcuta) hay más familias en la calle. “Así sea escondidos entre la maleza dormimos, porque la Policía nos corre. Primero nos quitaron de la plaza Rotary y de la redoma”, relató Johana Salas, que vino de Carabobo con tres parientes.
Hoy es usual ver ropa colgada en tendederos improvisados, cocinas con leña, y baños improvisados en cualquier rincón.
Alfredo Delgado, de Trujillo, tiene como destino El Socorro (Santander) pero el domingo pasado le robaron la billetera. Ahora está durmiendo en la calle, a la espera de solucionar su documentación. “Allá me estaba esperando un amigo, pero viajo sin pasaporte...”, advirtió temeroso.
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A pocos metros estaba Maryely Escalona, quien hace un mes llegó de Barquisimeto. Con los ojos brillantes de la nostalgia, contó que su pequeña, 7, tiene dos días con una muela inflamada y desconoce qué hacer. “Aquí tengo 30 días, y he sentido miedo desde hace dos días, al ver a mi hija con el cachete hinchado. Pero no quiero regresarme. Le pongo pañitos de agua caliente, a ver si baja la inflamación”.
La Parada es la primera estación de los venezolanos que abandonan su país. Unos, solo de paso, pero otros llegan para quedarse como es el caso de Ángel Ortega, 21, con cuatro meses durmiendo en la calle. “Solo quiero trabajar. Sé que muchos venezolanos han hecho mal, y por uno pagamos todos, pero no todos venimos a joder, muchos queremos echar para adelante”, dijo.