Richard Alexander Montilla Briceño quedará en el corazón de su esposa y demás familiares como un hombre tranquilo, amable, respetuoso y que no merecía un trágico final: ser asesinado cuando se tomaba unas cervezas en el andén de su casa.

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El hecho ocurrió en la avenida 9 con calle 20 del barrio El Salado, parte alta, a la 1:00 de la mañana de ayer, cuando la víctima, de 32 años, estaba junto con un amigo consumiendo bebidas embriagantes.

Según se conoció Richard Alexander llegó a su casa a las 12:00 de la noche, habló con su esposa y le dijo que iba a tomarse unas cervezas que tenía guardadas en la nevera.

Enseguida sacó un parlante y se sentó con su amigo en el andén. Luego, según relató la pareja, un vecino les reclamó por el volumen de la música, tuvieron un cruce de palabras y siguieron tomando.

Ella, momentos antes de que asesinaran a su amado, le dijo que se entrara, pero no le hizo caso. Cuando ella entró a su casa a comerse un perro caliente, que su esposo le había traído, escuchó dos disparos.

 Lo más duro para ella fue que en los momentos en que iba saliendo a verificar que había sucedido se chocó con Richard, quien se tapaba su herida y la miraba a los ojos.

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“Él se cayó al piso y lo auxiliamos.  Lo sacamos a la calle, montamos a un taxi, pero cuando llegó a la Clínica Medical Duarte falleció. El amigo de él resultó herido en el hombro izquierdo”, relató en medio de las lágrimas.

Lo más doloroso es que cuando llevaban a Richard en el taxi solo le decía “las niñas, las niñas”, en referencia a que debía cuidar a las tres hijas que tuvieron en los 17 años de relación.

El herido fue atendido por personal médico y, según se conoció, se encuentra fuera de peligro.

Nadie vio nada

Del asesino de Montilla Briceño no se sabe nada, solo se rumora que fue un hombre vestido de negro y con la cara cubierta con un trapo que llegó hasta donde estaban los dos hombres, les disparó y huyó con rumbo desconocido.

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Las autoridades policiales encontraron en el lugar dos proyectiles, que serán sometidos a análisis balísticos.

“Mi esposo no tenía amenazas. A él le gustaba era tomarse sus cervezas y jugar pool, cuando había problemas se iba. Los patrones de Richard y los compañeros están sorprendidos”, añadió la doliente.

La víctima era de Venezuela tenía siete años de vivir en Colombia junto con su pareja sentimental y sus hijas. Trabajaba en la Central de Abastos (Cenabastos) como carretero.

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