Justo en el momento en que están pasando el episodio final de su serie favorita, o cuando está terminando en casa un balance de la oficina, y no quiere que nadie lo interrumpa ni lo desconcentre una pregunta muy singular lo devuelve al planeta tierra: papá, ¿cómo duermen los pececitos?, mamá, ¿las montañas crecen?...
Los padres, aturdidos por desconocer cómo darle respuestas a tan particulares interrogantes optan por responder lo primero que se les viene a la cabeza o evaden la respuesta, lo que termina confundiendo aún más a los pequeños.
Entre los 3 y 5 años, los niños están una etapa natural de conocimiento. Quieren saber el porqué de todo lo que los rodea, y quién mejor que los padres para resolver estos interrogantes.
Por lo que no se afane si su hijo le hace más de 200 preguntas al día. Está en una etapa de reconocimiento del mundo y la única forma de conocerlo es a través de la experiencia de las personas que los rodean, además esto le sirve para afianzar los sus lazos afectivos y hacer que los adultos centren su atención en él, no por nada salen con estas preguntas en el preciso momento en que los padres están pendientes de otras cosas.
Opte por darle una respuesta sencilla. A esta edad no requieren una explicación compleja, con el tiempo puede incitarlo a resolver sus interrogantes mediante libros o internet, eso si, bajo la supervisión de un adulto para que el niño pueda resolver sus dudas a cabalidad.
La orientadora escolar Beatriz Elena González Manrique recomienda hacer más vivenciales en las respuestas, es decir, resolver las preguntas de sus hijos a través de ejemplos prácticos.
“Si su hijo le pregunta para qué sirve el aceite, invítelo a la cocina, eso sí, a una distancia prudente de los fogones, y muéstrele para que sirve el aceite en la acción”, explica González.
La orientadora asegura que el desarrollo del lenguaje es vivencial, por lo que además de responder con este método las preguntas de sus hijos, podrá ayudarlo a enriquecer su vocabulario.
Llevar al niño al supermercado, centro comerciales, parques y demás escenarios de contacto social, es vital para que ellos exploren su curiosidad por el mundo y usted pueda responder sus preguntas mediante las vivencias.
(Beatriz Elena González Manrique, orientadora escolar.)
Relájese y sea atento
Una inesperada avalancha de preguntas puede poner a prueba la paciencia de los padres y los cuidadores de los niños. Por eso, siempre es bueno recordar que se trata de una fase normal que aunque no desaparecerá se transformará con el tiempo.
A medida que el niño crece sus interrogantes van siendo distintos, dependiendo del contexto en el que se desarrolle. Primero querrá saber el porqué de las cosas que lo rodean, luego se preguntará por situaciones y circunstancias cercanas. Con el paso del tiempo sus preguntas serán más elaboradas y complejas, pero menos reiterativas.
Aunque al principio de esta etapa las preguntas de los niños pueden parecer disparatadas, innecesarias o absurdas... Ármese de paciencia y no las menosprecie o ridiculice. Estas acciones podrían desanimarlo y podrían limitar su impulso de comunicarse por temor a que se burlen de él.
Si los padres o las personas al cuidado del niño están lo suficientemente agotadas u ocupadas para responder las inquietudes infantiles, González recomienda establecer límites de una manera suave y poco tajante.
Decirle al niño, que no es el tiempo o el momento de preguntar, o limitar el número de preguntas con frases como: está es la última que te respondo por hoy, cuidando que el niño no sienta que sus acciones le desagradan o son inoportunas, es clave.
No se preocupe si el niño le hace la misma pregunta en diferentes ocasiones, a ellos les gusta las repeticiones y aprenden por este mecanismo.
Si el niño hace pregunta seguida de otro y de otra, lo que está buscando es entablar una conversación. Sígale el juego y contrapregunte. Este mecanismo hará que el interrogatorio se convierta en una divertida conversación, donde los pequeños sacan a relucir sus dotes de oratoria.
También es recomendable jugar con las respuestas para romper el círculo vicioso de pregunta, pregunta, pregunta. Por ejemplo, si el niño le pregunta para qué son los sombreros, y usted le contesta que para ponérselos en la cabeza, y el le dice de nuevo,¿ y para qué no lo ponemos?, contéstele que se ponen para que no llueve o cualquier otra cosa que se le ocurra y verá como el pequeño lo hará caer en cuenta de su error y le dará la respuesta que él considera indicada. Esto le permite afianzar sus conocimientos.
Para tener en cuenta
* Ármese de paciencia. El autocontrol, y la tranquilidad son claves para responder las preguntas de sus hijos sin que los pequeños se sientan rechazados.
*Establezca límites de espacio, tiempo y cantidad a la hora de responder los interrogantes de su hijo, para que ellos sepan que hay espacios y momentos que respetar en casa.
* Sea firme. Si ya estableció unos espacios y momentos para la hora de las preguntas no los incumpla. En ocasiones el niño empieza con el interrogatorio porque desea llamar la atención de los adultos.
* No se enrede al dar respuestas. Sea breve y conciso de acuerdo a la edad y los requerimientos de su hijo. No siempre la respuesta más larga o elaborada es la ideal.
* Responder las preguntas de sus hijos les permite fortalecer los lazos familiares y ayudar a ampliar el vocabulario de su hijo.
* De ejemplo y reconozca que no sabe todas las respuestas. Si su hijo le hace una pregunta que usted no puede responder de inmediato. Dígale que no sabe la respuesta e invítelo a buscarla a través de la lectura o el internet. Nunca permita que el menor se quede con dudas.
* Evite mentir en las respuestas. El niño tiene la capacidad de leer los gestos y el contexto y no podrá volver a confiar en una respuesta suya porque cree que se están burlando de él.