A principios de año, Johana Ríos no sabía ni enhebrar una aguja de coser. Hace pocos días obtuvo su certificación en ensamble de prendas de vestir. Para recibir el diploma se puso una falda corta azul que ella misma confeccionó en el taller de costura Puntadas por la paz, integrado tanto por mujeres excombatientes del Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (AETCR) de Caño Indio como de distintas veredas del Catatumbo.
Hace un buen tiempo, la lideresa Katerine Avella, junto a varias mujeres que dejaron las armas en el marco del Acuerdo de Paz, recorrían los polvorosos pasillos que dividen los módulos habitacionales del lugar preguntando a sus compañeras si les gustaría entrar a un taller de ‘confección’.
La pronunciación de la actividad se confundió con la palabra ‘confesión’. Todas decían que no. Una vez Kate –como cariñosamente es conocida- cayó en cuenta de la jocosa equivocación fonética, volvió a repetir el ejercicio de consulta. Ahora sí, muchas quisieron.
Los pinitos
Así empezaron a sembrar la ilusión del proyecto, hoy cosechan un nuevo fruto: la concreción de una línea de faldas que aprendieron a hacer en un diplomado de 120 horas recibido por más de 20 mujeres.
Este proceso de formación fue dictado por la Fundación de Estudios Superiores Comfanorte (FESC) y se ofreció con la unión de voluntades entre la Organización Internacional de Migraciones (OIM), Organización de las Naciones Unidas (ONU), Agencia de Reincorporación Nacional (ARN), la Diócesis de Tibú, a través de Pastoral Social y Participaz, y el Consejo Británico.
Las primeras faldas se mostraron en una pasarela sobre el propio suelo del antiguo ETCR y modeladas por sus mismas creadoras. Cada participante vistió la prenda que confeccionó. La ambientación del evento giró en torno al símbolo que da nombre a la marca: la ixora, una flor típica de Norte de Santander.
Puntadas con dedal
La idea del proyecto es empoderar a las mujeres facilitándoles herramientas que sirvan como garantía de autonomía económica. El hecho de aprender a dominar el arte del corte y la costura representa para ellas la posibilidad de acercarse a su independencia.
“Porque una mujer no solamente tiene que ser libre en lo económico, es decir, en la consecución y el manejo de sus recursos, también en lo político, en las decisiones de su cuerpo, en su vida como tal. Y la base de todas las demás autonomías es la económica. Después que tú tengas dinero para sostenerte, tú eres libre de decidir”, sostiene Kate.
“Entrar sabiendo poco o nada y salir de ahí cortando y ensamblando una falda es maravilloso. Lo más importante es que no solo es para quienes estamos en un proceso de reincorporación, sino que acá pueden venir a prepararse quienes quieran y tengan ese perrenque de salir adelante solas”, exclama la lideresa Johana Ríos.
Para ella, esta es una forma efectiva de prevenir las violencias basadas en género, “porque vamos a conseguir autonomía económica y no vamos a depender de un hombre”, ratifica.
Si bien el proceso ha iniciado con buen pie, todavía falta el eslabón de la comercialización, pero ya está en proceso el comienzo de la formación en mercadeo digital. Por ahora, “estamos vendiendo voz a voz, eso es paso a paso, estamos comenzando y siento que vamos bien”, asegura Kate.
Mientras se cose ropa también se remienda el alma
Otra de las nuevas hacedoras de faldas es Angi Jiménez, de la comunidad aledaña al antiguo ETCR. Ella está muy contenta porque ahora sabe “hacer faldas y moñitas”, antes ni sabía cómo manejar una máquina de coser.
“A las muchachas excombatientes, yo las estimo mucho porque yo tuve una hermana allá”, cuenta con un dejo de nostalgia, mientras manifiesta su aprecio por ellas desde que las conoció en territorio catatumbero.
Su hermana no tuvo la suerte de regresar con vida después de la guerra. Y en medio de los hilos y los alfileres, Angi confirma: “Me cuentan que murió en un combate”.
Rememoraba a su hermana hilvanando telas, al tiempo que escuchaba relatos sobre ella en el taller de costura. “Al saber de sus historias, me imagino a mi hermanita por allá. Algunas de ellas la conocieron y me cuentan cosas de ella”, confiesa.
Tal como lo expresa la lideresa Kate: “En ese taller no solo se está haciendo la ropa en sí, sino que estamos tejiendo unas amistades, unas solidaridades, estamos tejiendo esperanzas, memorias, sueños. Estamos tejiendo este territorio tan afectado por la violencia, tan estigmatizado”.
Hay lugar para todas las que quieran superarse
Lucía Navarro es venezolana, no es excombatiente, pero vive y forma parte activa de la comunidad del antiguo ETCR. Es una de las más entusiasmadas con los aprendizajes que le dejó el diplomado. Dice que fue una experiencia “muy chévere”.
Ella ha formado parte del proceso desde la concepción de la marca. “Mirábamos clase virtual con unos muchachos”, refiriéndose a UNLab 4.0, un equipo de trabajo de la Universidad Nacional de Colombia con quienes trabajaron toda la idea de Ixora. En este punto, también están certificadas en temas de Diseño e Innovación.
“Yo voy a seguir en todo lo que salga. Ahorita hay un nuevo profesor que está practicando sudaderas y, ahí hay que aprender un poquito más”, relata optimista.
Estar juntas: hacer paz
Kate reconoce que la integración entre las mujeres en proceso de reincorporación y las de las comunidades aledañas no ha sido un tema sencillo. “Es la primera vez que trabajamos así tan de cerca y tan de la mano en un proyecto productivo”, explica.
“A pesar de que no ha sido fácil, ha sido muy satisfactorio, es un aprendizaje muy bonito porque entre todas nos ayudamos, entre todas nos enseñamos y sí, ahí vamos”, asume Kate.
La convicción de la lideresa sobre la necesidad de empoderar a las mujeres no está solamente enfocada en las excombatientes. “Es una tarea para las mujeres en general, sea quien sea. Aquí de la comunidad porque nos quedan cerca, pero si hay otra mujer que de pronto se vincula a nuestro taller en la distancia o nos apoya o cualquier cosa, bienvenida sea", asegura la lideresa.
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Fotos: Cortesía de Katerine Avella. / Video: Cortesía de Oficina de Comunicaciones de la FESC.