Por: Gustavo Tatis Guerra
Leidy Viviana Mantilla viene de Saravena (Arauca) con bolsos y sombreros que veinte mujeres cabeza de hogar han tejido con bolsas recicladas. Bordado ancestral que decanta la paciencia del crochet y el punto en cruz que alcanzó refinamiento con las bolsas de plástico que estas mujeres recuperan de la basura cotidiana. Piezas únicas de la artesanía colombiana que se expusieron en la Feria de Artesanías Exportables (Farex) este enero de 2022 en Cartagena. Bordado forjado en vilo en madrugadas de asalto e incertidumbre o en noches de insomnio, luego de días y noches de conflicto armado en la región. Ellas, como las mujeres de Mampuján (Bolívar), tejen memoria para sanar las heridas de la guerra.
Maraka: Es el grupo de emprendimiento de economía circular, liderado por la joven Leidy Viviana Mantilla desde 2014 en Saravena, Arauca, en la que participan veinte mujeres artesanas.
Por la conversación con Leidy Viviana, entro al patio y la casa de Dolly Dolores Rivera, que esa misma mañana luminosa de enero teje en Saravena, pero suspira por conocer Cartagena de Indias, ciudad que solo ha visto en postales o por televisión. Sueña alguna vez con ver el mar. Leidy Viviana está extrañada de constatar cómo sus bordados tocaron el corazón de los cartageneros y asistentes a la feria internacional. Desde la soledad de la luz de Saravena, Dolly, que en verdad se llama Dolores de Socorro Rivera Pulgarín, dice que cuando empezó a tejer, la gente que la veía le decía: “¡Tejiendo bolsos con bolsas de basura! ¡Está perdiendo el tiempo!”. Sus bolsos, flores, aretes, sombreros y paisajes logran una belleza salida de la gracia y la paciencia de sus manos, con la misma luz con la que estallan los amarillos que florecen en Saravena.
En el puesto 119 de la feria de Cartagena de Indias, sorprende el nombre con que Leidy Viviana bautizó su emprendimiento laboral y artístico: Maraka, y explica que se trata de una palabra que en lengua muisca tiene varios significados: Ma es la madre tierra. Ara son las aves guardianas de la lengua en la tierra, las cotorras. Aka es el reino de lo celeste. Maraka o capachos es un amuleto de buena suerte, es bienaventuranza, pero toda palabra es la conjunción y armonía entre cielo y tierra. A esas veinte mujeres, algunas jóvenes, madres cabeza de hogar y mujeres de la tercera edad, también se integran muchachos de la región que desean seguir el camino del tejido y personas con discapacidad motora. Hay sordos que, gracias a este colectivo, aprendieron a leer los labios y a tejer.
Maraka nació en 2014. La tienda de reciclaje cerró durante la pandemia, pero no cesó su tarea obstinada y ejemplarizante. Wilson Mantilla, padre de Leidy Viviana, es santandereano y conoció a Omaira Mendoza, llanera, como portero de un hospital. Los dos emprendedores infatigables están sorprendidos de que su hija haya posicionado a la región con un arte derivado del reciclaje. “Mis padres se reían al verme animar y promover a las mujeres tejedoras. Creyeron que me había chiflado, pero cumplí el deseo de mis abuelas, el de Dolly y de un sinnúmero de mujeres de mi tierra”. Rufino Mantilla, abuelo de Leidy, abrió la ruta hacia el Arauca desde Santander. Una mujer clave es Dolly Rivera, quien, a sus 80 años, teje con la misma pasión en la sala y taller de su casa, bajo la luz de la flor amarilla del llano.
Luego de vivir experiencias de orfandad y desestabilización, Leidy Viviana emprendió un viaje por Perú y Chile y cruzó los puntos cardinales de la esperanza y la soledad hasta sentir el llamado de su tierra. Entonces encontró, por fin, la luz en su propia aldea, junto a su familia y la legión de mujeres tejedoras. Semillas a cambio de bolsas. Es así como esta mujer valiente participó con Maraka en el Foro Mundial de Emprendimiento y en el encuentro de economía circular, en Récord Colombia en 2021. Ha sido finalista dos veces del Premio Verde en Latinoamérica. Su intervención sobre cómo impulsar el emprendimiento a través de la mujer y sus experiencias de cómo dar nuevos usos al desecho, son lecciones de futuro que muestran resultados en un departamento que no sana sus heridas de la guerra.
Va por su pueblo y por todas partes, entregando árboles y semillas a cambio de bolsas de basura. En Cartagena fue al Mercado de Bazurto a comprar guacales, y quedó petrificada al ver a los pelícanos enfermos comiendo carroña junto a los gallinazos. “He recorrido América Latina y jamás había visto un problema similar de contaminación como el que he visto en pleno mercado de Cartagena de Indias”, dice con los ojos humedecidos. “Es una imagen muy triste de una ciudad tan bella como esta”. Leidy Viviana ha quedado sorprendida porque todos los que llegaron a su puesto en Farex le pedían que se pusiera de pie para conocer a alguien de Saravena, Arauca. Han emprendido un largo viaje para mostrar lo que un grupo de mujeres es capaz de crear para variar el rumbo desatinado de la guerra y de la incomprensiones sociales y humanas.
Epílogo
Nadie puede creer que esa preciosura de bolso de mujer o ese sombrero haya sido tejido con bolsas recicladas. Algunas con bolsas de sal y azúcar, pero el entrenzado es finísimo, de calidad excepcional. Dolly me pide algo que le recuerde Cartagena de Indias. Un cuadrito en donde se asome el mar. Se lo enviaremos antes que se apague la luz de los amarillos de enero.
*Nota de El Universal para el especial ‘Colombia Unida, donde pueden vivir las diferencias’, iniciativa impulsada por la Asociación Colombiana de Medios de Información (AMI).