El sueño americano, que alguna vez inspiró a miles de colombianos a migrar a Estados Unidos, se ha convertido en una pesadilla para muchos. Lo que para algunos migrantes significaba la posibilidad de mejorar su vida y la de sus familias, hoy se ve empañado por las políticas antimigratorias implementadas por el presidente Donald Trump tras su segundo mandato que empezó el 20 de enero de este año.
En este contexto, la incertidumbre se ha apoderado de los migrantes colombianos, muchos de los cuales enfrentan la amenaza constante de ser deportados, perder sus empleos e incluso ser
separados de sus seres queridos.
La canciller Laura Sarabia dio a conocer que 2.000 colombianos han sido deportados desde cuando Trump asumió el poder.
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En esta oportunidad, tres colombianos que han vivido este miedo de manera personal relatan sus experiencias en Estados Unidos desde que. Dos de ellos, originarios de Cúcuta, comparten sus historias de lucha, miedo y esperanza mientras intentan sobrevivir en un país que les había brindado oportunidades, pero que ahora parece cerrarles las puertas con cada nueva
medida migratoria.
Sebastián, un cucuteño de 27 años, es uno de estos migrantes que llegó a Estados Unidos hace tres años. Con visa de trabajo, su objetivo era aprender inglés, estudiar y enviar dinero a su familia en Colombia, además de continuar los estudios de Comunicación
Social.
Sin embargo, la llegada de Trump a la Casa Blanca y las políticas que implementó, dejaron a Sebastián atrapado en un laberinto de incertidumbre. Tras haber completado dos años en el país, su visa de trabajo expiró, y, sin la posibilidad de regresar a
Colombia debido a la difícil situación económica que enfrenta, decidió quedarse ilegalmente en EE. UU. “Cuando Trump llegó a la presidencia, las redadas comenzaron y se volvieron frecuentes. Al principio no pensé el alcance de lo que eso significaba, pero después vi cómo la situación se fue agravando.
En Texas, las detenciones de indocumentados se convirtieron en algo cotidiano, y la gente ya no podía salir a la calle con tranquilidad”, explica Sebastián. En ese momento, decidió mudarse
a Colorado, siguiendo el consejo de otros latinos que le dijeron que allí las oportunidades de trabajo eran mejores, incluso sin una Green Card o un ID.
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A pesar de que los operativos en Colorado no han sido tan intensos, Sebastián sigue con miedo constante de ser detenido. “Aquí las cosas se han calmado un poco, pero uno nunca sabe qué puede pasar. Es como vivir en una cuerda floja. Siempre hay un miedo latente que te persigue y no te deja descansar. No puedes disfrutar de tu vida con la misma tranquilidad que antes”, relata con tristeza.
Uno de los problemas que enfrenta Sebastián es la imposibilidad de acceder a servicios básicos como la atención médica y la posibilidad de abrir una cuenta bancaria. “Uno vive con la cabeza abajo, siempre alerta, porque cualquier error puede costarte caro. Si vas a un supermercado y pagas con tarjeta, te pueden rastrear, así que prefiero pagar en efectivo”, señala.
Esta inseguridad ha hecho que Sebastián se distancie de las actividades sociales que alguna vez disfrutó. “Hace unos meses podía salir a una fiesta, ahora ni siquiera me atrevo. Todo ha cambiado, y no es solo por las redadas. Es el sentimiento general de que todo puede venirse abajo en cualquier momento”, explica.
A su lado, Sofía Castaño, otra cucuteña que también llegó a ese país de Norteamérica hace tres años, enfrenta su propia batalla. Ella se instaló con la esperanza de estudiar en Harvard mientras trabajaba como niñera en Massachusetts. Aunque su situación legal en el país estaba en regla, nunca imaginó que las políticas de Trump afectarían tan drásticamente su vida.
En un giro inesperado, Sofía se vio envuelta en una situación desesperante cuando su amiga Mileidy, originaria de México, fue detenida por migración. “Mileidy es una persona tranquila, nunca salía tarde ni se metía con nadie, es muy respetuosa. Lastimosamente su visa estaba próxima a vencerse y ella estaba contemplando devolverse para su país, pero las rigurosas medidas de Trump contra los migrantes irregulares se le adelantaron.
Según el relato de Sofía, Mileidy fue abordada por agentes de Migración el 28 de enero cuando se disponía a ir, de camino a su apartamento, por Lía, su perrita de raza criolla la cual había adoptado hace un año. Durante los dos días siguientes Sofía no supo nada de su compañera hasta que en la mañana del viernes 31 Sofía recibe una llamada.
“Al contestar lo primero que escucho es llanto”, y con voz de desespero Mileidy le avisó que había sido retenida por Migración durante esas dos noches y que la acababan de deportar a su natal México. Mileidy no pudo volver por su mascota ni por las cosas que había logrado adquirir durante esos años entre ellas una laptop y una cama, además de toda su ropa, zapatos y accesorios.
En este sentido, Sofía dice que se tuvo que mudar a New York, donde una amiga estadounidense quien es compañera de estudio, “porque no podía seguir allí, sin Mileidy, todo cambió de un momento a otro”.
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En cuanto a la mascota que se quedó sin su dueña, Sofía se hizo cargo del cuidado de Lía, quien según ella, se nota muy triste por la ausencia y abrupta separación de Mileidy .
El relato de Misael Uribe, un joven caleño que residió en EE.UU. durante seis años, refleja otro impacto traumático de las políticas antimigratorias de Trump: la pérdida de empleos.
Misael viajó con la esperanza de mejorar su calidad de vida y logró trabajar durante varios años en un restaurante como lavaplatos. Sin embargo, tras la reelección de Trump la situación se le comenzó a complicar. “Muchos de nosotros empezamos a ser despedidos, y las empresas comenzaron a tomar medidas preventivas por miedo a las consecuencias de las políticas migratorias del gobierno de Trump”, relata Misael.
A los pocos días de ser despedido, Misael fue detenido y deportado. “Me sentí humillado. Fue como si todo lo que había logrado en esos años no valiera nada. Perdí todo lo que había conseguido con tanto esfuerzo. Fue como perderlo todo de golpe”, explica Misael, quien ahora vive de nuevo en Colombia.
Su experiencia de deportación no fue menos dolorosa. “Me trataron como un criminal, aunque solo estaba buscando una mejor vida. Pero eso es lo que nos hacen sentir a muchos migrantes.
Nos ven como una amenaza, como si no tuviéramos derecho a estar allí, aunque trabajemos duro y paguemos impuestos”, agrega.
Los testimonios de Sebastián, Sofía, Mileidy y Misael no son casos aislados. Según el Pew Research Center, en 2022 había aproximadamente 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, de los cuales cerca de 700.000 eran colombianos.
Para estos migrantes, el temor a las redadas, la incertidumbre laboral y la imposibilidad de acceder a servicios básicos son realidades diarias. La llegada de Trump al poder ha cambiado por completo la vida de muchos de ellos, quienes ya no solo luchan por el sueñoamericano, sino por su supervivencia en un país que parece haberles cerrado las puertas definitivamente.
Paralelo a lo anterior, ahora surge una radicalización contra los indocumentados, al ordenarse al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas que detenga a familias con niños que ingresaron de manera irregular a los Estados Unidos.
En cuanto a la migración inversa, como se conoce al fenómeno de los indocumentados que deciden regresar voluntariamente de EE. UU., la canciller Sarabia explica que esta se hace en vuelos comerciales y “por solicitud propia de los colombianos que están fuera del país”.
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