La ropa que llevaba puesta, no haberse resistido o no haberlo hecho con más fuerza, haber bebido alcohol, caminar sola, viajar sola, confiar en alguien cercano, o en un extraño, haberse demorado en denunciar o tal vez algún motivo oculto para hacerlo. Cualquier excusa es buena para justificar la violencia contra la mujer o para cuestionar a las víctimas que se atreven a denunciar los casos de acoso, abuso sexual, violación o feminicidio en Colombia.
Y mientras tanto, los casos se siguen multiplicando. Con la emergencia del COVID-19, el riesgo de las mujeres en las calles e incluso en sus hogares, en donde tienen que convivir con su agresor o potencial asesino, ha aumentado. Según cifras de la secretaría de la Mujer de Bogotá, se han recibido 115 mil llamadas por violencia de género. Y según Medicina Legal, 370 mujeres más han sido asesinadas en lo corrido del 2020.
En Bogotá, Heidy Johanna Soriano, de 30 años, fue asesinadas en su casa por su pareja, que también asesinó a su hija, María Celeste, de 4 años. Hace más de un año, la joven había interpuesto una denuncia contra él por maltrato intrafamiliar, pero su grito de auxilio fue ignorado.
En la misma ciudad, Yenny Katerine Vega Vargas de 23 años, fue asesinada el pasado 27 de mayo. Vivía en el barrio San Bernardo con su pareja, un hombre conocido como Misael, y había sido hospitalizada por haber recibido golpes que le ocasionaron incluso, una fractura en su brazo izquierdo.
Por otra parte, en Marmato, Caldas, Daniela Alexandra Quiñonez Pimienta, estudiante de administración de empresas de EAFIT de 25 años, fue asesinada con un puñal, presuntamente porque se negó a tener relaciones sexuales con Santiago García Zamora, a quien se acusa de su agresión. Su cuerpo desnudo fue arrojado al río Cauca y al presunto agresor se le podría dar una rebaja del 25% en su condena por presentarse voluntariamente y no haber sido capturado en flagrancia.
En Segovia (Antioquia), Marinella Flórez, de 33 años, salió de su casa el jueves 11 de junio y no volvió a ver a su esposo, ni a abrazar y besar a sus hijos. Tres días después, su cuerpo fue hallado enterrado entre costales.
Y los casos de Heidy, Maria Celeste, Yenny, Daniela y Marinella, se suman a los de Rosa Elvira Cely y muchas otras mujeres víctimas de una cultura de maltrato y violencia que ha estado arraigada por generaciones y que ni siquiera la tipificación del feminicidio como un delito autónomo ha logrado cambiar.
Beatriz Quintero, coordinadora de la Mesa Nacional de Mujeres, afirmó que “la clasificación del feminicidio fue una reivindicación de las feministas para tipificarlo y que tuviera agravantes con el objetivo fundamental de desestimular la realización de este delito. Sin embargo no se ha cumplido el objetivo porque lo que buscamos es que haya menos impunidad por lo que falta mucha educación y transformación cultural para erradicar la raíz del machismo”.
Quintero indicó que se requiere de campañas constantes y permanentes para crear mayor conciencia sobre la violencia de género y no normalizar o revictimizar bajo argumentos como “qué exagerada, es que él es así, se estresa fácil”, o “algo hizo ella para que le pasara eso”, pues este tipo de afirmaciones son las que siguen perpetuando la violencia en todos los escenarios en los que participan las mujeres.
“La educación es fundamental en estos casos, porque en especial los hombres aprenden de forma errónea a interactuar con las mujeres y tienen imaginarios arcaicos y peligrosos sobre su relación con ellas. Muchos creen que son objetos para tocar o violar bajo cosas tan ruines como un “simple desahogo sexual”, ese tipo de cosas forman acosadores, abusadores, violadores y asesinos en potencia, hay que tener tolerancia cero con la tocada de nalga en la calle y con los piropos, que son frases soeces o intimidantes que ninguna mujer ha pedido sobre su cuerpo”, expresó.
En cuanto a la rebaja de penas, si bien el castigo es algo necesario, “las instituciones deben seguir el proceso de quienes denuncian y no dejarlas solas, pues en varios casos, la persona ya ha avisado previamente de la conducta violenta del agresor, ya sea un empujón, un grito, un golpe, una amenaza con arma hasta que ya desencadena en la muerte de la persona. No hay una preparación para prevenir una tragedia sino para lamentarla, cuando hubo opción de salvar una vida”.
Quintero resaltó que cuando hay casos emblemáticos como los ocurridos esta semana, la sociedad tiende a solidarizarse y sensibilizarse por los hechos, sin embargo, resaltó la importancia del funcionamiento de las líneas de atención y no ignorar el llamado de quienes padecen violencia intrafamiliar u hostigamiento y que los castigos por estas conductas se empleen antes de que se ocasione una tragedia.
Por su parte, Dora Saldarriaga, concejala para el movimiento político Estamos Listas, también compartió el punto de vista de Quintero sobre el bajo efecto que ha tenido la tipificación penal del feminicidio para hacerle frente a la violencia de género.
"Aquello fue un hecho importante, pero aún falta mucho por hacer para tomar acciones preventivas de protección ante la violencia intrafamiliar, las investigaciones se retrasan, no se toman las pruebas del caso desde el primer momento y la judicialización sigue siendo tardía. Las medidas aún no son suficientes", puntualizó Saldarriaga.
Además, la concejala destacó que son fundamentales las políticas criminales con perspectiva de género, por lo que aumentar las penas no solucionaría a un problema estructural que trasciende lo social y cultural.
"Lo que se puede hacer es unir funciones institucionales para que haya una coordinación efectiva de las instituciones. Si no existe este paso, las mujeres no contarán con acompañamiento psicológico y judicial, especialmente en zonas en las que la presencia del Estado es poca. En la iniciativa de emergencia que se gestó hoy en día por los feminicidios, estamos recogiendo firmas para que se declare una crisis humanitaria por violencia intrafamiliar, que esperamos que sea firmada por mujeres de todo el país, porque estas situaciones matan más que el Covid-19", explicó.
Por último, el psicólogo Sergio Sandoval, recalcó que otro problema latente es que las denunciantes no regresan después de que se pone en conocimiento los hechos, por lo que no se continúa con los casos.
"Después de muchas mujeres denuncian a su agresor, no vuelven a la Fiscalía o al lugar donde ponen en conocimiento su caso, todo porque su pareja les promete que no van a volver a cometer el hecho, las convencen de retirar la denuncia, y eso hace que la violencia siga manifestándose en peores formas y las autoridades no puedan hacer seguimiento para brindar protección", afirmó.
Con respecto a la educación para erradicar el machismo, Sandoval resaltó que es necesario derrumbar los estereotipos en torno a lo que hacen o no tanto hombres como mujeres.
"Desde la infancia se marca este "deber ser" construido socialmente durante generaciones, por ejemplo, los niños juegan con carritos y herramientas, las niñas con ollas de cocina y bebés; ellos se visten de azul y ellas de rosado. Si un niño se ve interesado por la repostería o llora lo tildan como 'gay' o 'débil', este problema se ha atenuado en zonas urbanas, sin embargo, en las zonas rurales es mucho más marcado, temas como la sexualidad y las profesiones siguen etiquetando a ambos sexos en una perspectiva machista", concluyó.