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Luis José Rueda, el cardenal más joven del país, habla de su elección
Confesó que le había pedido a Dios por el nombramiento, pues consideraba que había otros con más formación que él.
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Colprensa
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Lunes, 17 de Julio de 2023

El pasado 9 de julio el papa Francisco anunció la designación de monseñor Luis José Rueda Aparicio como nuevo cardenal colombiano, una decisión que lo tomó por sorpresa, durante un domingo cargado de señales “bonitas”. 

“La inclusión de los nuevos cardenales en la diócesis de Roma manifiesta también el vínculo inseparable entre la Sede de Pedro y las iglesias particulares extendidas por todo el mundo”, señaló el papa Francisco, durante el anuncio.

Y es que este nombramiento, que se hará oficial en un Consistorio que se llevará a cabo el 30 de septiembre, lo convierte en el cuarto cardenal del país (los otros tres son Pedro Rubiano Sáenz, Rubén Salazar Gómez y Jorge Enrique Jiménez Carvajal), pero a su vez en el único con voto en caso de un futuro cónclave. Durante ese evento los cardenales de todo el mundo se reúnen en el Sacro Colegio para elegir al papa.

Colprensa se reunió con monseñor Rueda Aparicio en la sede de la Conferencia Episcopal, de la que es presidente desde 2021, para conocer cómo recibió esta designación que admite no se la esperaba. De hecho, en repetidas ocasiones le había pedido a Dios que no se diera, pues consideraba que había otros con más formación que él.


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Ese 9 de julio estaba de luto. Su compañero y amigo monseñor Élkin Álvarez había fallecido. Cuando se enteró de la noticia de su designación la aceptó con amor, aunque no ocultó los sentimientos encontrados y las señales “bonitas”.

Aquel día hubo una combinación de hechos llamativos. Estaba en una asamblea del Episcopado, era domingo (el día del Señor), pero además era el día de Nuestra Señora de Chiquinquirá y se encontraba en una parroquia de Ciudad Bolívar con los más necesitados. 

 Monseñor Rueda Aparicio se tomó un espacio de tiempo para responder a unas serie de preguntas ahora que se convierte en el cardenal más joven del país. Esto respondió.

¿Qué emociones lo invaden hoy?

Tengo interrogantes, preocupaciones, alegrías, rostros humanos recogidos en mi corazón y en mi consciencia.

¿Cuál ha sido el mayor mensaje que usted ha promovido en su vida de servicio?

Me he esforzado desde que era seminarista por promover la familia, por ayudar a sanar, a conducir y a orientar la familia para que la decisión de fundarla se haga con responsabilidad porque creo que allí se juega la sociedad y la Iglesia, y es que está en el plan de Dios desde el libro del Génesis. Por lo tanto, mi mensaje es defendamos la familia, construyámosla en fidelidad y en amor, y así Colombia tendrá un buen futuro.

Usted antes de entrar al seminario trabajó en construcción, en una fábrica de cementos, repartiendo periódicos y haciendo programas deportivos, ¿qué lo llevó a optar por el camino espiritual?

Es muy curioso porque uno habla de la vocación y los muchachos se preguntan ¿cómo es? ¿Es una voz? ¿Es un ángel? ¿Es escarcha que cae? Y no es así, es algo interno que uno no logra describir.


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Cuando tomé la decisión, yo estaba trabajando en un laboratorio de una fábrica de cemento. Le dije a mi mejor amiga: “me está pasando esto” y su respuesta fue: “piénselo bien, convérselo con su familia”. Tanto a ella como a mí nos habían abierto las puertas con una beca para estudiar geología en la Universidad Industrial de Santander (UIS). Yo digo con un poco de sorna que el Señor me cambió la G por la T, elegí el camino de la teología y terminé en el Seminario Mayor de San Gil.

Ahora que soy viejo recuerdo que en la infancia el Señor fue preparando mi vida y que la vocación es un misterio. Yo siempre iba a misa los domingos y no dejaba de comulgar.

¿Recuerda cuándo hizo la primera comunión?

Sí, claro. El 8 de diciembre de 1971, cuando tenía nueve años de edad, en la fiesta de la Inmaculada Concepción que se celebraba en mi parroquia.

¿Ese niño o ese joven alguna vez se imaginó que estaría aquí hoy en día?

Nunca. Me impactaba mucho la vida de Juan XXIII porque la leí antes de ser seminarista y pensaba: “oiga, qué bonito, los papas y los obispos son sencillos”. Luego tuve la suerte de encontrarme con obispos así: monseñor Víctor López; monseñor Leonardo, que es un hombre misionero que todavía vive en la basílica de Chiquinquirá; monseñor Ismael Rueda Sierra y Carlos Germán Meza Ruiz, y me di cuenta que son hombres de carne y hueso.

Debajo de ese revestimiento hay un ser humano, una familia y una historia; eso me fue motivando, pero nunca pensé que Dios iba a tomar esta decisión en favor de mi vida y de la Iglesia.

Precisamente, el 30 de septiembre va a portar un nuevo revestimiento, ese distintivo rojo que identifica a los cardenales. ¿Cómo se imagina ese momento?

Me lo imagino como cuando me entregaron el alba, aquella túnica blanca que recibí como a los 30 días de haber entrado al seminario. Salía por las calles de San Gil en las procesiones de Semana Santa y sentía que todos me miraban, yo decía: “¿qué hago con esto puesto?”. Después, cuando fui a la ordenación presbiteral hay un signo muy bonito que es cuando uno se tiende en el suelo, el obispo lo levanta y ahí sí lo ordena y lo reviste. Como ese momento he tenido tres: cuando fui diácono, presbítero y obispo. Uno dice: “Me tiendo en el suelo, solo soy tierra y soy arcilla en las manos del Creador”.


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Usted ha sido intermediario con grupos armados y ha dicho que Colombia está muy herida. ¿Qué ventaja le puede dar esta designación como cardenal para alcanzar ese deseo tan anhelado del pueblo colombiano que es la paz?

Más que una ventaja es una responsabilidad mayor y la posibilidad de hablar en nombre no solo de la Iglesia colombiana, sino latinoamericana. El papa lo ha dicho, el tema de la paz es universal y estamos en una tercera guerra mundial, pero con focos diversos. Tenemos lo de Ucrania, los países del Oriente Medio han sufrido mucho, África ni se diga, nosotros tenemos un conflicto larguísimo entonces hay que pensar en que la humanidad está llamada a vivir en paz.

Amplío el escenario y profundizo en la confianza en el Señor y en el ser humano, porque en medio de las diferencias y las equivocaciones logramos perdonarnos y pasar la página.

¿Se imagina convirtiéndose en papa algún día?

No creo. Lo que sí creo es que, si estoy vivo, tendré la responsabilidad de escribir en secreto un nombre en el cónclave para elegir a un sucesor del papa Francisco, aunque ojalá que nos dure mucho tiempo. Si llega el momento le preguntaré al Señor: “¿A quién elegiste tú? No a quién quiero elegir yo.

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