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2020, punto de inflexión
China, en su tradición de comerse cualquier animal que nade, camine o vuele, se ha vuelto el núcleo de varios brotes virales .
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Sábado, 30 de Mayo de 2020

Vuelvo a recordar la famosa frase de Albert Einstein: “hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, aunque del universo no estoy tan seguro”. 

China, en su tradición de comerse cualquier animal que nade, camine o vuele, se ha vuelto el núcleo de varios brotes virales graves que han saltado del animal al hombre, el último la actual pandemia de la COVID-19. El irrespeto por la naturaleza está pasando factura. Rusia (como país poco fiable en asuntos multilaterales), ante el grave efecto de reducción del consumo que la pandemia ha creado en la economía y su consiguiente impacto en la disminución importante del consumo de petróleo, impidió un acuerdo de reducción de cuotas que llevó a una guerra de precios entre países OPEP y al desplome de los mismos. Una respuesta típica de un gigante experto en crear caos político y amenaza militar, pero con una economía tercermundista monodependiente del petróleo. Eso arrastrará también a Venezuela, su protegida, al límite de la miseria y afectará a países como Colombia que siguen dependiendo de la venta de materias primas, como fuente de subsistencia, economía justificada sólo en la ideologización de su modelo estatal, pero de objetivo económico extractivo. 

El invierno en el hemisferio norte ha sido el más caliente desde que se llevan registros, y el deshielo de la Antártica avanza peligrosamente, pues el planeta no ha sido capaz de reducir las emisiones de gases efecto invernadero, responsables del cambio climático, con las graves consecuencias que ya se conocen. Algunos niegan, otros hacen que hacen, y muchos como España y América Latina no sólo no hacen nada, sino que prefieren volver al mundo de principios del siglo XX a hablar del fracasado socialismo, hoy conocido como “progresismo”. Parece que cruzamos el umbral del no retorno con la naturaleza, y lo sucedido en Australia por sequía e incendios que casi destruyeron al país, es un ejemplo de lo que vendrá. El periodismo mundial, cuyas casas editoriales pasaron a ser propiedad de conglomerados económicos, muchos de ellos con intereses en el mundo financiero especulativo, se han vuelto los mayores desinformadores, por su sesgo que los llevó al “progresismo”. Hoy se alinean en la izquierda populista antidemoc
rática y el capital especulativo. 

El 2020 se está presentando como un punto de inflexión en el siglo XXI, cuando se empiezan a cumplir los graves vaticinios hechos durante décadas: la llegada de una pandemia, el cruce del punto de no retorno del cambio climático, la ruptura de la barrera animal entre animales y el ser humano, y la crisis económica mundial crónica, impulsada por el capital especulativo. Y la sociedad humana en su infinita estupidez y egoísmo responde con todo tipo de magia: desde el fundamentalismo religioso, hasta los modernos tribalismos, desde la irracionalidad de lo mágico y los superhombres de los que Hollywood ha hecho una industria, hasta la mirada al pasado, hacia visiones socialistas que ya mostraron, y siguen mostrando, no solo que no son solución, sino que son capaces de llevar la sociedad humana a su peor pesadilla. Lo que el periodismo actual llama “progresismo”, son las recetas que parece hemos tomado para enfrentar nuestra más hora más delicada. 

Y si lo escrito le parece exagerado, piense porque en Colombia, el monopolio de Ecopetrol sigue siendo la principal empresa del país, se permite la destrucción de bosque para sembrar coca en nombre de la “paz”, el diésel es “jurídicamente” combustible limpio, los cacaos económicos son los dueños de la prensa mamerta, estamos impotentes ante la pandemia del covid19, esperando que los demás países logren la vacuna para que después no la regalen, el subdesarrollo avanza y llamamos progresismo a la estupidez. Y no mire a Cuba, Argentina, Nicaragua o Venezuela, porque allá la estupidez humana se volvió tragicomedia. Bienvenidos al fantástico pasado, mecanismo humano irracional para enfrentar un futuro cierto en sus tragedias.

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