Hola papá: Hace un cuarto de siglo el Eln decidió en un acto criminal, cobarde y atroz asesinar a mansalva a un médico que inerme, solo con su conductor, llegaba a su consultorio de toda la vida muy temprano a comenzar su jornada del día. Un cuarto de siglo ha pasado desde que cometieron el absurdo de la guerra de asesinar a un dirigente liberal que en sus años universitarios se había formado en su Universidad Nacional en las ideas de Antonio García y militado con entusiasmo en el grupo de amigos de la revolución cubana y del MRL de López Michelsen.
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Un cuarto de siglo desde que en medio de la barbarie y la demencia de la violencia resolvieron quitarle la vida al senador que pocos años antes había liderado en el Congreso la aprobación de la ley que incorporó a la legislación colombiana el Protocolo II de Ginebra para humanizar el conflicto armado interno que vivíamos y aun padecemos. Han pasado 25 años desde que un comando de esa guerrilla, que se resiste a abandonar la violencia, masacró en forma salvaje a dos seres humanos indefensos en un operativo que parecía destinado a enfrentar a todo un batallón del ejército.
Duele en el alma su ausencia. Hay profundas heridas que jamás cicatrizan. Nunca dejo de pensar que le arrebataron los mejores años de su vida, con el tiempo para disfrutar del hogar construido, sus nietos y una vida más tranquila con los miles de amigos en su adorada ciudad. La vida nos cambió para siempre como familia. Jamás olvido los últimos días que disfrutamos juntos en Grecia, sin temor alguno, sin imaginar siquiera que la próxima vez lo vería en un ataúd.
Hay un antes y un después de ese 8 de agosto de 1997. A partir de ese terrible momento adquirimos la mayoría de edad real y nos vimos obligados a defendernos solos, sin la presencia permanente del padre protector y cariñoso que todo lo resolvía. Desde ese día no volvimos nunca ser los mismos, los momentos de alegría y triunfo no se celebran tanto y las derrotas y tristezas tampoco afectan con la dureza que deberían. Es increíble, y al tiempo tremendamente satisfactorio, como tantos años después, cuando la mayoría de sus compañeros de lucha ya no están aquí con nosotros, su nombre aún se recuerda en tertulias, en campañas, en los barrios tradicionales de Cúcuta, en reuniones sociales. Sus anécdotas, sus cuentos, su entrega a la gente. Su lucha no fue en vano y su nombre siempre es recordado por amigos, e incluso contradictores, con enorme respeto y cariño.
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Ayer no más, coincidencias de la vida, estaba parado en una calle de Bogotá conversando con una amiga y pasó en un carro su viejo amigo Gilberto Clavijo, a quien hace años no veía, levanté la mano para saludarlo con alegría y después sentí gran nostalgia al recordar sus diarias tertulias con él, Hernando Barjuch y Álvaro Leyva en Residencias Tequendama. Precisamente le cuento que Leyva volvió a ser Ministro 40 años después, ahora de relaciones exteriores, y sigue en las mismas, buscando la paz.
Hoy tenemos cambio de mando en Colombia, y como cada 4 años, se respira un clima de esperanza y optimismo. Pero esta vez es muy distinto. Llega por primera vez al poder la izquierda democrática, de la mano de un ex guerrillero del M19 que firmó la paz hace más de 30 años, se reincorporó a la sociedad y luchó en democracia por llegar al poder. Gustavo Petro será el primer presidente de izquierda en Colombia y por ello la ilusión de un cambio profundo en el país.
Después de una dura campaña en la que siempre estuvo punteando en las encuestas, Petro supo interpretar ese ferviente deseo de cambio que creció como espuma en el país después de las protestas sociales del 2019 y el 2021,que fueron manejadas en forma torpe y antidemocrática por el gobierno Duque. En nuestro caso apoyamos la opción de un cambio moderado con Sergio Fajardo, en la Coalición de la Esperanza, pero no fuimos capaces de llegar con un mensaje claro a la gente, en medio de dañinas e innecesarias contradicciones internas. No pasamos a segunda vuelta con Fajardo y para la segunda vuelta tomamos la decisión de acompañar la propuesta liberal de Petro, en contra del peor gobierno que hayamos tenido en décadas, que además hizo enorme daño al Norte de Santander con su absurda política frente a Venezuela, el cierre de la frontera y la ruptura total de relaciones bilaterales.
Con Petro soplan vientos de renovación y cambio, pero sobretodo se abren nuevamente las puertas a la paz que tanto necesitamos en Colombia y aquí en su querida región. En estos cuatro años se deterioró nuevamente la seguridad, volvieron los ataques a nuestros soldados y policías, el temor de la gente e incluso en la propia Cúcuta sufrimos de acciones violentas de los grupos ilegales. Retrocedimos 20 años en materia de seguridad, ante la mirada indolente y apática de un Presidente que tuvo gran respaldo en el departamento y solo nos dejó más pobreza y violencia.
Las primeras señales del nuevo gobierno en cambio son positivas. Convocó a un acuerdo nacional a todas las fuerzas políticas, estableció dialogo con sus más duros contradictores, las primeras designaciones son de gente preparada, moderada y con experiencia en el manejo del estado y con contundencia ha afirmado que será un gobierno defensor de la vida, de la paz y la constitución del 91, respetuoso de la institucionalidad y la democracia.
En el caso de la paz se restablecerán las negociaciones con el ELN, que ojalá deje ya la tomadura de pelo y tome la decisión de abandonar las armas como lo hicieron las FARC hace ya 6 años. Es hora ya que pasen de las palabras a los hechos. Desde su muerte, papá, los elenos han dialogado con todos los gobiernos, incluido el de Uribe, y las negociaciones han fracasado por distintas razones, pero especialmente porque algunos en el comando central de esa guerrilla no parecen entender aún que los tiempos de la lucha armada ya son cosa del pasado en Colombia y en el continente. Ahora se abre la posibilidad que sellen un acuerdo con un Presidente que estuvo en las armas contra el estado y que hoy representa su legitimidad.
Tal vez sea su última oportunidad de firmar la paz. También su amigo Leyva, siempre creativo y audaz, plantea una paz total con el sometimiento a la justicia del Clan del Golfo y las bandas criminales dedicadas al narcotráfico, que sin duda generará no pocos debates en el país. Ojalá esos pasos y esa nueva actitud fructifiquen, tras 4 años perdidos para la paz y la implementación de los acuerdos con las FARC, que no pudieron hacerlos trizas pero si los engavetaron.
En fin, papá, se cumplen 25 años de su dolorosa partida y cada día en esta vida lo pensamos y extrañamos mucho. Sus amigos lo recuerdan con increíble afecto y admiración, quienes no lo conocieron en Norte de Santander con respeto y curiosidad por el personaje. Los hijos y nietos de sus líderes de la Renovación Liberal casi que con reverencia. Su consultorio de la Avenida 2 sigue siendo el sitio de encuentro de todos, una especie de centro de culto de las ideas liberales y del “cristismo”.
Por cierto, Andrés, quien ha hecho una formidable tarea política y un extraordinario papel en el Senado, tomó la decisión de no volver a aspirar y respaldamos un joven dirigente de Toledo, ese pueblo tan querido por usted donde hizo la medicatura rural y dejó tantos recuerdos y amigos. Jairo Castellanos resultó elegido Senador sin problemas, con el respaldo de todos sus amigos y el liderazgo de Andrés en la campaña. Seguiremos recordándolo hasta el último de nuestros días y nunca terminaremos de lamentar que Jorgito, Daniela, María Alejandra, Nico e Ivana no hayan podido conocer y disfrutar a su abuelo, escuchar sus historias y cuentos y recibir sus fuertes y afectuosos abrazos.
Hasta el próximo año papá en el que ojalá le pueda contar que el gobierno de Petro va bien, que sus grandes reformas avanzan, que el país está más unido y solidario, que hay más igualdad y que sobretodo, las negociaciones de paz con quienes lo asesinaron hace un cuarto de siglo avanzan, que hay cese total del fuego y que nunca más estos señores volverán a asesinar a un colombiano. Ahí estaré ayudando a que esto suceda, con la esperanza que ninguna familia colombiana tenga que vivir lo que nos tocó a nosotros. Solo con la verdad, el perdón y la reconciliación podremos avanzar como sociedad. Esa fue su enseñanza y en ese camino seguiremos.
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