La JEP es protagonista de las noticias en Colombia en el comienzo de este año. Al cumplir tres años de funcionamiento, y a pesar de los obstáculos, trabas y objeciones a la ley estatutaria, el sistema de justicia transicional creado en el marco de los acuerdos de paz e incorporado a la constitución y la ley, muestra resultados importantes que sin duda contribuirán en forma decisiva al conocimiento de la verdad en el largo conflicto armado. En tres años la JEP ha logrado mucho más que la justicia ordinaria en 50.
Primero fue la sólida imputación a los ex integrantes del secretariado de las Farc, quienes esta semana aceptaron su responsabilidad en más de 21.000 secuestros, una cifra que aterró al país y que refleja la crueldad de la guerra en nuestro país. Y esta semana tambien los colombianos nos enteramos con asombro que los asesinatos de civiles fuera de combate, mal llamados falsos positivos, no fueron los 2.200 registrados por la Fiscalía General de la Nación, sino 6.402 inocentes víctimas en estado de indefensión. Un periodo de vergüenza para nuestra institucionalidad y sistema democrático.
Es evidente que estas verdades estremecen al país, conmueven a las víctimas y remueven dolorosos hechos del pasado que algunos preferirían no revivir. Pero la historia ha demostrado que las sociedades que avanzan en la reconciliación, son aquellas que se deciden a conocer la verdad.
Por ello, es aterradora la reacción de los sectores políticos que gobernaron durante esos años. Es absurdo señalar a la JEP de un supuesto sesgo político, cuando hace pocas semanas imputó de crímenes muy graves a la ex guerrilla de las Farc. Más triste aún que algunos salgan a controvertir las cifras como si se tratara de simples estadísticas y no de seres humanos, de jóvenes asesinados sin tener nada que ver con esta guerra, de madres desoladas, de hogares destruidos sin razón ni justificación . Deplorable que esos dirigentes políticos en sus declaraciones no muestren el más mínimo sentimiento de solidaridad con las víctimas de este macabro episodio de nuestra violenta historia. No mencionan a las víctimas, no expresan dolor por su muerte, es como si al negarse a hacerlo, al omitir sus nombres, los condenaran al olvido, a su misma inexistencia. Como si su muerte fuera justificada. Como si quisieran asesinarlos de nuevo.
Algunos tratan esta historia de dolor de las víctimas del secuestro y de los falsos positivos como si fuera un partido de fútbol. 21.000 a 6.402. Que indolencia, que inhumanidad!. Olvidan, unos y otros, que hablamos de decenas de miles de hogares que no volvieron a ser los mismos. De sueños truncados. De madres que esperaron el regreso de sus hijos y de familias enteras que nunca vieron regresar a sus familiares secuestrados en las selvas y sometidos a tratos humillantes. Hoy conocemos la verdad de estas historias y no podemos silenciarla. Debe surgir con mucha fuerza, debe gritar en nuestras conciencias que en una época actuamos con egoísmo e indiferencia frente al horror de la guerra, que no nos importaron los miles de secuestrados y tampoco los jóvenes asesinados. La JEP se creó para recordarnos estos horrores y por ello algunos la detestaron desde su nacimiento.
El mejor homenaje a todas nuestras víctimas es la revelación de toda la verdad. A las víctimas del secuestro, de los asesinatos fuera de combate, a todas por igual. No es aceptable la diferencia en razón de quien fue su victimario. Esa fue la gran discusión con el gobierno de Uribe cuando impulsamos la ley de víctimas. Y todos estos crímenes deben ser investigados y juzgados en el marco de la justicia transicional. No para que los culpables paguen 50 años de cárcel, sino para que respondan por sus actos, dignificar a las víctimas actuales y evitar que esos hechos se vuelvan a repetir. Nunca más!