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Abu Ivanka: Entre la victoria y la incertidumbre
El clamor por la libertad y la violencia de Bashar al-Asad hacia su población llegó a un nuevo nivel esta semana.
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Domingo, 9 de Abril de 2017

La primavera árabe no resultó en florecimiento en todos los casos. Para Túnez, Egipto, Libia y Yemen, a pesar de los muertos que ocasionaron las revueltas, hubo alivio. Se derrocaron los mandatarios totalitarios y sus sociedades tuvieron la oportunidad de un nuevo comienzo. Siria no hace parte de ese grupo, todavía espera su final feliz, y luego de cuatrocientos cincuenta mil muertos y una decena de millones de refugiados, todavía no hay señales de libertad. 

Bashar al-Asad, quien, al principio fue visto como un reformista con intenciones de cambio en el país, lleva 17 años azotando a la población mediante todo tipo de actividades. Cuando los opositores de al-Asad exigieron la implementación de sistemas democráticos, este respondió con violencia, muertos y sangre, lo que ocasionó que los rebeldes se transformaran en una facción armada. Así mismo, la polarización entre los opositores ha servido a los propósitos de grupos terroristas como Estado Islámico (ISIS, en inglés). Su erradicación ha sido el principal propósito de la OTAN y la ONU. Sin embargo, en más de seis años de conflicto, los esfuerzos de estos organismos han sido infructíferos, igual que la lucha de los opositores por derrocar a al-Asad. 

El clamor por la libertad y la violencia de Bashar al-Asad hacia su población llegó a un nuevo nivel esta semana, luego del bombardeo con agentes químicos a la ciudad de Jan Sheujin, donde perdieron la vida 86 personas y otras 550 resultaron gravemente heridas. Como respuesta, Abu Ivanka (apodo fraternal de Donald Trump que quiere decir padre de Ivanka) atacó con 59 misiles sobre Shayrat, base aérea de donde desplegaron los aviones que bombardearon varias locaciones en la ciudad, entre esas el hospital de Jan Sheujin.

Es importante reconocer que la intervención estadounidense no responde a un hecho aislado y sin posibilidad de repetición, sino que hace parte de la nueva cara de respuesta por parte del gobierno de Trump ante el conflicto sirio: Se convirtió en un método para frenar el traslado y utilización de armas químicas en la Nación. El primer análisis que hago sobre la acción del mandatario estadounidense es que no se configura como una provocación hacia Rusia ni una invitación a saltarse los acuerdos y compromisos que se han establecido en la ONU, todo lo contrario, es una respuesta ante la sevicia y sed de muerte, del régimen de Bashar al-Asad. El daño colateral de este ataque es a la relación con Rusia, y qué es la política –sobre todo en tiempos de crisis– sin estropicios. Se desmorona la cooperación militar Rusia/Estados Unidos y aumenta la tensión. 

Otro detrimento es hacia el mercado energético, que sufrió el primer revés (con un encarecimiento del 2%) desde el momento que inició la intervención.

Sin embargo, lo más seguro es que Putin prefiera tomar el camino de la cooperación que del enfrentamiento bélico. La respuesta frontal y bien pensada de Trump deja una lección pionera respecto al conflicto sirio: Si bien para Estados Unidos no es una prioridad derrocar el régimen de Al-Asad, no dudará en irrumpir en su territorio con misiles y armamento con tal de ponerle freno a la conducta del jefe de Estado sirio. 

Lo que sí cabe preguntarse es si la ONU va a replantear su forma de aproximarse al conflicto sirio. Surgen tres preguntas: ¿La solución política seguirá siendo la principal herramienta?, ¿derrocar el régimen de Bashar al-Asad finalmente pasará a ser una prioridad de la agenda?, ¿atacar el terrorismo será más fácil sin las atrocidades de un totalitarista como Al-Asad? 

Quizás el discurso predominante de la ONU sobre la diplomacia y la no intervención hacia un jefe de Estado se transforme, sobre todo, teniendo en cuenta que uno de sus jerarcas ha endurecido su participación mediante una acción totalmente justificada y ampliamente avalada en el Sistema Internacional. Siguiendo esa lógica, no sería la primera vez que Estados Unidos interfiera en la caída de un régimen dictatorial, como lo hizo en múltiples ocasiones durante la época de las dictaduras latinoamericanas. Tampoco sería inesperada una participación de la OTAN para expulsar un mandatario de Oriente Medio.

Lo que sí es seguro es que otra matanza como la del verano de 2013, donde murieron 1.400 personas a las afueras de Damasco, no quedaría impune esta vez, sin investigaciones ni juicios, como ocurrió bajo el gobierno Obama. Quizá la intervención sea el primer brote de la primavera en Siria.

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