Una buena noticia que hemos recibido los colombianos es la decisión del Congreso de eliminar la reelección de varios funcionarios empezando por el presidente de la República, quien ya no podrá aspirar, como ocurrió en los últimos años, a quedarse en el poder, utilizando todo tipo de maromas para conseguir los votos de los parlamentarios, inclusive la llamada ‘’mermelada’’, nombre eufemístico con el que se denomina lo que antes se llamaban ‘’auxilios regionales’’, dinero que va a parar a los bolsillos de los parlamentarios con el argumento de que están destinados para la realización de alguna obra, puente, carretera, escuela u hospital.
La reelección no es buena y ejemplos de su inconveniencia se ven todos los días. Los funcionarios dedican los primeros dos años de su período a organizar las fuerzas políticas que lo van a reelegir y no a trabajar en aquello para lo que fueron elegidos.
El aspirante reparte puestos, contratos, auxilios y todo tipo de ayudas que le permitan quedarse en el cargo.
A veces, como ocurrió en el caso de Álvaro Uribe, es suficiente la reforma de ‘’un articulito’’, así haya necesidad de torcerle el pescuezo a la constitución para conseguir la prórroga del período del aspirante a quedarse chupándole la ubre a la burocracia.
Pero eso no es lo peor: otra consecuencia de la prolongación del periodo constitucional es el otorgamiento de una plataforma que permite al beneficiado dedicarse a realizar campaña proselitista en favor propio o en el de algún acolito que se convierta luego en obediente seguidor de sus órdenes. Infortunadamente, en nuestra tierra se han visto los efectos nefastos de la reelección, empezando por la enemistad entre los dos últimos presidentes, quienes se odian profundamente a raíz de las últimas elecciones presidenciales.
Odio, que valga la pena señalar, tiene dividido al país en dos bandos que ponen en peligro nuestra democracia y muchas iniciativas, entre ellas nada menos que la búsqueda de la paz.
Ventajas no tiene la reelección sino para el beneficiado. Se concentra el poder en pocas manos y se concede una plataforma para hacer política, como ha ocurrido con el procurador Alejandro Ordóñez, quien se considera a sí mismo como una especie de cruzado con la tarea de defender los postulado católicos y al mismo tiempo hacer oolítica en beneficio de las ideas conservadoras, de las cuales el funcionarios es fiel seguidor desde su juventud cuando se hizo famoso en su ciudad, Bucaramanga, por quemar públicamente los libros que consideraba herejes o contrarios a sus creencias medioevales.
Según el ministro del interior, Juan Cristo, hijo de un gran señor, el ortopedista Jorge Cristo asesinado por la guerrilla del Eln, la reelección no era sana ni conveniente para la democracia, ni para nuestro sistema político.
Fue una reforma a la constitución de 1991, aprobada por presión de los amigos del presidente Álvaro Uribe para permitir la permanencia de este mandatario por espacio de dos períodos presidenciales con la reforma de ‘’un articulito’’, como lo dijo en su momento el promotor de la reforma, el empresario Fabio Echeverry Correa, Y aspiraban, ¡quien lo creyera!, a un tercer periodo.
Otras iniciativas incluidas en la ley recién aprobada son la supresión de la judicatura, que se había convertido en fuente de corrupción del, poder judicial, y el fin de la comisión de acusación del congreso, qua nunca sirvió para investigar a los altos funcionarios, quienes tenían garantizada la impunidad de sus delitos hasta el punto de que nunca el organismo ha producido un solo fallo.
No creo mucho en las bondades de la reforma, pero algo es algo, peor es nada. Por ahora, tengo una inquietud: temo por la suerte de Bogotá, que puede caer en manos de otro inepto. Toca estudiar mucho el voto para no perderlo. Cuidado con Pachito. Es peor que Petro. GPT