La gente sensata lo ha repetido hasta la saciedad: corremos el peligro de que un día de estos, un estadio quede convertido en campo de batalla entre grupos de vándalos, disfrazados con camisetas de distintos colores, que representarán a uno de los tantos equipos de futbol que en lugar de dedicarse a jugar la emprenderán contra los demás asistentes, con saldo de varios muertos, heridos y lesionados.
Habrá batallas de rojos contra azules, de verdes contra amarillos, de blancos contra rojos, de azules contra amarillos, de blancos contra negros, de negros contra rojos. Las batallas serán entre antisociales enfermos de pobreza, de necesidades y de odio, aupados por periodistas irresponsables que viven de fomentar los odios y el rencor, para conseguir dividendos, en lugar de promover la paz y la concordia, como está ocurriendo en otros campos de la actividad. .
Infortunadamente, las buenas intenciones de las directivas, que prohibieron los partidos para evitar una tragedia, se vieron frustradas por instrumentos legales, promovidos por periodistas irresponsables, que buscaban la realización de los partidos, así ocurriera una de las tragedias que se buscaba evitar. Los cronistas reaccionaron como un solo hombre ante problema común: la necesidad de realizar un espectáculo que le da de comer a mucha gente, empezando por los periodistas, que tienen precarios sistemas de subsistencia ante la falta de reglamentación de la profesión, una anarquía sin dios ni ley.
De buenas intenciones está pavimentado el camino del infierno. A veces por querer hacer más se hace menos. Y eso ocurrió con el futbol. La culpa de los desmanes es de los mismos clubes, que fomentan las llamadas ‘’barras bravas’’, una copia de los descamisados ingleses y argentinos, con los que se busca mostrar grandes grupos de apoyo, sobre todo de gente desocupadas con las que se llenan los estadios de todo el mundo.
Es moda en Colombia no tiene muchos años. En la década del 70 iba con mi suegro y un cuñado a El Campin y a pesar de que éramos de tres equipos distintos, nunca sufrimos una agresión. Esa moda nació posteriormente cuando a alguno de nuestros tantos genios se le ocurrió, así como acabaron con los trenes, importar la moda de los hooligans, hampones a los que les tienen miedo en toda Europa..
Es la misma idea de quien importó los peces león, que atacan la fauna, o las ranas que acabaron con muchos peces, los pinos, los eucaliptos y el pasto kikuyo, especies que se convirtieron en enemigas de las plantas nativas. Aquí somos expertos en importar lo malo. No tenemos metro, ni trenes, ni vehículos rápidos, pero sí tenemos unos espantosos buses que llenan de humo las ciudades, contaminan el ambiente y no nos dejan respirar oxígeno puro. Nos hemos convertido en esclavos de un sistema de transporte, que, se dice, está llenando de dinero los bolsillos del alcalde capitalino, quien está lanzando patadas de ahogado para evitar que le revoquen el mandato. Se ha dicho, y a mí no me consta, que el burgomaestre capitalino ha sido miembro de la junta directiva de empresa fabricante de buses suecos, lo que explica su antipatía por los metros. Aquí no han faltado enemigos de los trenes y un día de estos van a surgir enemigos de los aviones.