Colombia es país exótico, producto del realismo mágico que inmortalizara nuestro único Nobel, Gabriel García Márquez: aquí puede ocurrir todo, hasta lo más absurdo, como lo prueba la fuga de la ex parlamentaria Aída Merlano, quien se burló de todos los organismos oficiales para emprender las de Villadiego en las narices de guardias, de la Policía, del desprestigiado Inpec y de las autoridades que tenían el encargo de vigilarla.
Los periodistas, que somos los más beneficiados con el alud diario de noticias de todo tipo, fuimos sorprendidos por un hecho que no tenía antecedentes: la fuga de una dirigente conservadora, condenada a quince años de cárcel por una costumbre muy costeña: la compra de votos y la manipulación del electorado.
Con el pretexto de asistir a una cita odontológica, en prestigioso centro médico, la congresista logró salir a la calle, desde la cárcel El Buen Pastor, vigilada por una guardiana novata, para llevar a cabo plan que había urdido con la complicidad de funcionarios. Así, pudo visitar, con escasa vigilancia, el consultorio de coronel retirado para que le diseñara una nueva sonrisa, la que le produjo la inocencia de los que la dejaron salir a la calle.
En fin, la mujer pudo fugarse sin disparar un tiro, aunque si debió sobornar a algunos. Buenos pesos le debió costar la complicidad de quienes le abrieron la puerta del presidio, que no es propiamente un sitio de alta seguridad si se tiene en cuenta, que el organismo de vigilancia tiene cerca de cien sindicatos, detalle que ha llevado a proponer la disolución del desprestigiado Inpec y su reemplazo por otro organismo que otorgue mayor confianza en la vigilancia de los cien mil reclusos que tiene el país.
Como era obvio, rodaron las cabezas de un general y de la directora de la cárcel, pero el problema de fondo no fue solucionado: persiste el caos en las cárceles, que se hallan saturadas de internos, muchos de los cuales son inocentes o deberían estar pagando sus penas en reclusión domiciliaria, para acabar la saturación de detenidos, que algunos parlamentarios quieren incrementar con proyectos demagógicos como la cadena perpetua para delitos que merecen el repudio pero que no son el arreglo definitivo.
Para evitar nuevas fugas, como la de la Papilla costeña, es necesario reformar el sistema de permisos médicos, para servicios que deben ser prestados por el Estado, para evitar las peligrosas salidas para diseñar sonrisas. Y dejar de preocuparse tanto por Venezuela, para pararle más bolas a Colombia, que bastante lo necesita. GPT