Al momento de escribir esta columna no conozco el resultado de la etapa de la cronómetro que define la suerte de Rigoberto Urán en el Tour de Francia, pero si hay algo que debemos reconocer es el valor y el tesón de nuestros ciclistas que han sido exitosos en las pruebas más importantes del mundo.
Definitivamente han sido nuestros mejores embajadores por el mundo en algo más de 30 años. No es para menos, en estos días en una de las etapas en las que el ciclista nariñense Darwin Atapuma llegó de segundo, en una carrera que en el mundo simultáneamente la ven por televisión muchos aficionados, quizás millones de personas, ver la imagen por una canal internacional del registro del ciclista en la que aparece: nacido en Tuquerres – Colombia, pues ese registro, esa imagen para todo el mundo así sea por unos segundos, es inmortalizar su tierra. De que otra forma podría llegarse a enterarse un japonés, un chino o un árabe que en Colombia existe una población que se llama Tuquerres? De ninguna forma, solo un ciclista lo logra.
La única excepción que en esos temas de inmortalizar un lugar que la ha logrado un colombiano, fue la población de Aracataca con García Márquez, tema aparte. Este es un país que en eventos que despierten fervor popular, pasiones colectivas o donde haya mucha emotividad, somos hasta peligrosos porque fácilmente pasamos del cielo al infierno en cuestión de minutos.
Era penoso ver en estos días algunos mensajes denigrantes e insultantes de algunos aficionados en contra de Nairo Quintana por su desempeño en este tour, en el que va de 12, que en términos deportivos es una buena clasificación en una vuelta tan dura. Pero nos acostumbramos ver a Nairo de primero, y si no es así, ya no nos sirve, le perdemos afecto.
Ni para que recordar en esta columna la tragedia que vivimos en el año 1994, con nuestro futbolista Andrés Escobar en ese mundial en el que nos creíamos campeones, y resultamos ser los primeros eliminados. En los años 80 en un tour de Francia cuando brillaban Lucho Herrera y Fabio Parra fuimos a un par de etapas con Manuel Guillermo Cabrera, y en esos años cuando Europa y el mundo se enteraban que había un lejano país en el que habían unos ciclistas valientes que les decían escarabajos que subían bien la montaña, que ganaban etapas, que le ponían alegría a la vuelta más importante del mundo, recuerdo a la gente en las calles que cuando se enteraban que éramos colombianos, nos felicitaban. Años después vinieron los triunfos en España e Italia.
Recuerdo una etapa épica en la que Lucho Herrera y el ídolo francés Bernard Hinault se cayeron, sangraron, se levantaron y continuaron escalando una montaña hasta llegar a la meta. Al otro día los diarios franceses titularon “Epopeya”. Esa fue la entrada por la puerta grande de nuestros ciclistas a los grandes eventos del ciclismo mundial. Como lo dijera en alguna ocasión uno de los dirigentes importantes del tour de Francia más importantes: esos ciclistas colombianos van a cambiar la historia del tour de Francia, son valientes, le dan alegría. Van a dar mucho de qué hablar. Tal cual, y ahora lo que ha hecho Rigoberto Urán es grandioso, inesperado, no estaba en las cuentas de nadie. Han sido nuestros mejores embajadores por muchos años. Ánimo escarabajos!