Angustia, dolor, muerte de miles de personas -inclusive niños, mujeres, enfermos, ancianos, médicos, periodistas- es lo que ha prevalecido durante este interminable conflicto en Israel y en la Franja de Gaza -que, en solo una semana, ha dejado miles de víctimas inocentes, entre judíos, palestinos y visitantes o residentes extranjeros-, sin que se vea próxima alguna solución que proteja de verdad a la población civil y que haga valer los principios y reglas del Derecho Internacional Humanitario.
Inició los ataques la organización terrorista Hamás, pero, con el transcurso de los días, el odio y la venganza han llevado a que las dos partes se hayan dedicado, sin miramientos ni consideraciones, a incrementar la comisión de crímenes de guerra y violaciones de los derechos, al igual que ha venido sucediendo entre Rusia y Ucrania. Continúa la vulneración de las más elementales garantías a civiles ajenos al conflicto, en ostensible e intencional violación de normas y acuerdos internacionales que deberían prevalecer.
Es criminal lo que hicieron grupos terroristas de Hamás, cuando, además de asesinar cobardemente a cientos de civiles indefensos, destruyeron vehículos y secuestraron a muchas personas y familias israelíes y no israelíes, a las que convirtieron en objeto de retaliación ante los bombardeos ordenados por el Gobierno de Israel. Pero no es menos violatorio de los derechos lo que hizo Israel, cuando ordenó bloqueo en la Franja de Gaza, despojando a la población de todo lo necesario, en medio de las bombas y las explosiones: energía, agua, comunicaciones, alimentos. Todo, sin importar los derechos esenciales de millones de personas -civiles no terroristas, niños, mujeres, discapacitados-, que después fueron presionados para emprender una angustiosa salida en término de veinticuatro horas.
Hemos pedido el respeto al Derecho y el cese de una violenta y criminal actividad, que desconoce sus postulados básicos. Pero nada se ha logrado y todo indica que proseguirán y se extenderán los mutuos asedios y ataques. Parece que las organizaciones terroristas y los mismos funcionarios estatales consideran viable y estratégico involucrar a la población civil para su propio beneficio, convirtiendo a personas ajenas al conflicto en moneda de cambio.
Han transcurrido muchos años en búsqueda de la paz en esa región y la necesidad de buscar la convivencia, sobre la base de un Estado palestino. Es necesario que se emprendan con urgencia los diálogos encaminados a lograr la paz. Nada justifica la continuación de un enfrentamiento absurdo. No son admisibles los crímenes de lesa humanidad o de guerra, ni la afectación de la población civil, que no es culpable de lo ocurrido y en donde está el mayor número de posibles víctimas. La comunidad internacional debe rechazar tales acciones. De algo ha de servir la Organización de Naciones Unidas -que para eso fue creada-, y no se puede cesar en la procura de acuerdos con miras a una solución, ojalá definitiva. Tanto israelíes como palestinos ajenos al conflicto merecen que sus derechos fundamentales sean protegidos. Las guerras están sometidas a principios y a reglas humanitarias que deben ser acatadas.
No debe continuar la irracionalidad, ni el mundo puede permitir que se entronice la barbarie, venga de donde venga. Deben imperar el Derecho y el respeto a la dignidad humana.