En cada inicio de año se hacen todo tipo de predicciones por brujos, pitonisos, mentalistas y demás fauna futurista. También están los economistas y burócratas, que de manera extraña les siguen creyendo cuando no pegan ni una. Y estamos los simples mortales que cuando hacemos predicciones solo jugamos a ser aprendiz de brujo y apelamos a la lógica para hacer proyecciones.
Por ejemplo, si usted sigue haciendo lo que no ha funcionado, es altísimamente probable que este año tampoco va a funcionar. Como en el caso de Cúcuta, que seguimos esperando una frontera comercial dinámica y que el Gobierno Nacional nos ayude; este año tampoco va a volver la Cúcuta comercial, ni el Gobierno nos va a hacer obras. Entonces, la primera predicción es que mientras sigamos como vamos, terminaremos otra vez en crisis. Eso ya parece no un problema de política, sino siquiátrico.
Otro elemento de proyección es que si a usted le han mentido en el pasado, lo harán en el futuro. En el caso del Gobierno colombiano, todas las mentiras sobre la paz, el desarrollo y una mejor economía caerán dentro de las mentiras de este año. Por lo tanto, la política, la economía y lo social en Colombia se complicarán; la magnitud de la afectación, por ser un sistema dinámico no es previsible, pero en todo caso no será lineal, lo que significa que el efecto no tendrá relación con la causa, será mayor.
También es claro que lo que viene sucediendo, continuará su proceso. Por ejemplo, los más viejos tendrán más probabilidades de morir, lo que nos lleva a que líderes como el expresidente uruguayo Pepe Mujica (81 años) o el expresidente francés Giscard D´estaing (90 años) pueden fallecer este año.
También que la llegada de Trump a la Presidencia de los Estados Unidos va a dar un giro a la política de ese país. En qué sentido y con qué efecto es más difícil de predecir, pero es claro, por ejemplo, que el proceso con Cuba va a cambiar, que el discurso sobre Venezuela va a cambiar y que la visión política internacional sobre la política antidrogas en Colombia va a cambiar; que la relación con China, Rusia, Oriente Medio y Europa va a cambiar. En resumen, el discurso mamerto va a sufrir un fuerte ataque; si pasara de las palabras a hechos dependerá de la reacción de los implicados.
Los organismos multilaterales, tan afines a defender cualquier “proceso de paz”, serán también afectados. Esa burocracia internacional bien paga, esencialmente europea, va a ver reducido de manera importante su presupuesto y se verá obligada a replantearse, so pena de desaparecer. Naciones Unidas ya fue avisada.
Y en cuanto a la política neoliberal antiinflacionaria, si Trump quiere marcar historia, deberá aceptar un nuevo acuerdo monetario mundial, que aunque no será un proceso fácil, podría marcar las décadas futuras. De la mano del Nobel de paz Obama, tan amigo de Wall Street, no hubiera sido posible y así lo entendieron China, Rusia y otras potencias emergentes. Esa es la oportunidad de Trump de dejar de ser el “populista americano”. Si la desaprovecha, no habrá otra; no sabemos qué tan inteligente sea, para tener concepción histórica y ahí es cuando nuestro ejercicio de brujería no pasa de ser una especulación de columnista.
Es fácil que acierte en lo local y lo nacional, e incluso algo en lo internacional, pero en el nuevo modelo monetario mundial es casi imposible. Si lo logró, cambió de profesión.
Panamá, enero de 2017