Hemos de hallar la razón de Ser, intuir la vocación y la verdad personal, fundamentar el criterio y la reflexión, para presentarnos aptos ante el misterio espiritual y, en especial, justificar la existencia.
Somos el silencio de una madrugada de rocío, una tarde crepuscular o una noche de clamores, siempre en proceso de lluvia, de sol o de luna, migajas de luz que caen al alma para colorear de azul los caminos pasajeros.
Somos la libertad entrelazando eslabones valiosos de ilusiones, metiéndolos de lleno en el corazón para asumir la delicia de sentirnos pioneros en procura de colonizar el universo.
Somos parte de unos ciclos, sin márgenes, de nuestro destino y nos anima una misión natural de superar las aspiraciones terrenales y evolucionar para crecer y afianzar la hondura de la dignidad.
Cada vez que ascendemos en intelecto, hay una estrella que nos hace imaginar el infinito, nos inspira a sublimar el pensamiento y a vislumbrar el camino a la serenidad: nos hace Ser arte a nosotros mismos.
Cada vez que el cuerpo se despoja del cerrojo que limita los sueños, se abre a la visión maravillosa de la consciencia, canta lo bonito de la vida y revela los secretos de los sentimientos: nos hace Ser música a nosotros mismos.
Corolario: La vida es sólo una erupción de tiempo mortal que perdura unos años en la piel de la tierra, una pobre época que sólo es puente entre las sombras que conectan con la eternidad, pero tiene instantes de lucidez.