Con el clásico de la insuperable orquesta venezolana, la Billos, “ faltan cinco p’las 12 el año va a terminar”, despedimos hace casi 2 semanas el 2019 y recibimos el 2020. Arrancó veloz y sin pausa, con muchas noticias de impacto enorme a nivel nacional y global. Y no son buenas para Colombia ni para el mundo. Decisiones oficiales, fenómenos climáticos y hechos que no generan una visión optimista de lo que nos traerá el comienzo de esta nueva década.
En el plano internacional, Trump resolvió lanzar formalmente su campaña de reelección con un ataque mortal al general iraní más poderoso y popular, con lo que desató la euforia de sus fanáticos y militaristas partidarios de de la derecha gringa, la furia de los igualmente fanáticos religiosos chiitas de ese país, la preocupación de los demócratas de USA ante el efecto de esa audaz y arriesgada decisión en los resultados electorales del próximo noviembre y la angustia del resto del mundo frente a la posibilidad de un conflicto armado a escala mayor, más allá del siempre convulsionado Medio Oriente. En los últimos días la tensión se reduce y ojalá se mantenga así.
Más cerca del vecindario, pudimos ver el sainete alrededor de la elección de un nuevo presidente de la Asamblea Legislativa en Venezuela, con escenas de confrontaciones y golpes afuera y dentro del Congreso de ese país, y con Juan Guaidó intentado entrar al recinto por encima de unas peligrosas rejas. Este deplorable episodio es solo una demostración más de la profundidad de la crisis institucional venezolana, la ilegitimidad de un régimen dictatorial decadente, el fracaso de la estrategia internacional para sacar a Maduro del poder y la necesidad de acordar de manera urgente una salida rápida, democrática y de transición, como ya se plantea incluso en círculos del gobierno norteamericano. Colombia más que nadie la necesita para frenar la tensión fronteriza y el imparable flujo migratorio.
Y más lejos de nuestras fronteras, pero con gran impacto en el DEBER SER de nuestras políticas ambientales, contemplamos horrorizados los gigantes y devastadores incendios en Australia, que no son más que la confirmación del cambio climático en el mundo entero y las terribles consecuencias que tendrá para la humanidad alrededor del planeta. El fracaso de la reciente cumbre de Madrid y la destrucción de miles de hectáreas y de millones de animales es aterrador y aún tenemos dirigentes que se niegan a aceptar una realidad cada vez más cercana y evidente.
En Colombia el arranque no fue menos traumático y preocupante. En los primeros diez días del año los violentos arreciaron sus ataques contra líderes sociales, ante la indiferencia del gobierno y la impotencia de una sociedad que no sabe como frenar estos crímenes. En Putumayo, Magdalena, Huila, Cauca, fueron asesinados 10 dirigentes sociales sin que las autoridades reaccionen con energía y eficacia contra los autores materiales, y menos los intelectuales. En estos días también el gobierno nos “regaló” dos decisiones que agudizarán el conflicto social en los territorios, como son la aplicación del fracking en la exploración de petróleo y la fumigación con glifosato de los cultivos de uso ilícito. Y el ELN, para no quedarse atrás en las malas noticias, como lo hizo hace un año, insiste en atentados terroristas que nos alejan cada vez más de las posibilidades de reanudar diálogos con esa guerrilla, que insiste en la violencia y se muestra incapaz de renunciar a la lucha armada que los colombianos rechazamos con
vehemencia. Y cerramos con broche de oro estos últimos dos días, con la inaudita decisión del gobierno de la economía naranja y digital de provocar con sus decisiones la salida de UBER y la carátula de Semana que revela una escandalosa práctica de chuzadas telefónicas al más alto nivel de nuestras fuerzas armadas, que nos hace recordar las chuzadas del extinto DAS hace más de una década.
Este apretado resumen noticioso nacional e internacional preocupa con razón sobre este año 2020, que arranca con muchos interrogantes, nubarrones y equivocaciones del gobierno Duque. Mientras tanto, se vive una especie de “calma chicha” en el frente de las movilizaciones ciudadanas, que entraron desde el pasado diciembre en receso navideño. Si el gobierno insiste en su inocua e inútil “gran conversación nacional” y no establece un diálogo serio con el Comité Nacional del Paro, vendrán más expresiones de inconformidad, especialmente desde las regiones. Finalmente, en el plano local se inician con mucha esperanza y optimismo de la gente unas nuevas administraciones, que en casos como el de Claudia López en Bogotá, Daniel Quintero en Medellín y en muchas otras capitales, arrancan con pie derecho sus gobiernos que enfrentan grandes desafíos ante la debilidad del liderazgo presidencial. Bienvenido entonces el 2020 con lo bueno, lo malo y lo feo que nos espera.