Esta semana ocurrieron dos acontecimientos que se pueden considerar hitos en la actual fase de pacificación del país, pues añaden ingredientes de mucho valor al objetivo de poner término a la insurgencia que durante muchos años ha campeado en Colombia con la clara intención de acceder al poder por la vía armada y que como se sabe, al final de sus días presenta un saldo de cosas que no han sido buenas para la colombianos.
Los guerrilleros de las Farc entregaron las armas en un acto avalado por la ONU y lejos del ruido de los medios de comunicación. Mientras tanto el Eln acordó con el gobierno un cese bilateral del fuego y suspender otras acciones tales como el secuestro. A primera vista, estos hechos son positivos, son avances significativos en ambos frentes. Con la primera guerrilla ya está firmado un acuerdo y su implementación está en pleno proceso, con el segundo grupo esas nuevas condiciones destraban el proceso y lo aceleran, lo cual deberá conducir también a un pacto con el gobierno y la desmovilización definitiva.
Todavía el proceso sin embargo no adquiere la confianza entre la mayoría de los colombianos que, miran con recelo las condiciones y concesiones otorgadas a la guerrilla, las cuales se han convertido en obligatorias para poder llegar a al objetivo final: el tránsito a la vida civil, la dejación de las armas y su incursión en la política, para buscar mediante este mecanismo el acceso a los cargos de elección popular.
Pero, cuando no se han cumplido todos los puntos del proceso, ya hay denuncias de ocupación de nuevas fuerzas armadas e intimidantes en los sitios donde durante muchos años estuvo ejerciendo su dominio la guerrilla. Esto es lo que está ocurriendo en el pacífico sur, en algunos pueblos del Valle del Cauca y Nariño, donde la pobreza campea y la presencia del gobierno se nota ausente. Estos hechos son motivo de extensos informes de la prensa extrajera y reafirman la violencia que no permite a la paz anidarse en estos lejanos sitios de nuestra geografía.
Hace mucho que la anhelada paz se ha perseguido mediante muchos intentos, los cuales hasta ahora habían sido fallidos, parece que la desaparición de los dos más importantes grupos guerrilleros llegará por fin, lo cual nos es la paz definitiva, pero añade ingredientes relevantes a esa empresa nacional.
El posconflicto será la siguiente fase y serán otros los avatares a superar, esperemos que sean pocos y que finalmente el presupuesto destinado al combate de la subversión cambie de asignación como nos lo han prometido y las necesidades de la población en salud, vías, servicios públicos y muchas otras sean suplidas, lo cual realmente será un logro de paz.
El bienestar general es en últimas el fin más preciado para los habitantes de este sufrido país, al tiempo que se debe combatir y erradicar la corrupción que resulta ser uno de los mayores males que padecemos.