Hemos oído en los últimos días el debate de la moción de censura contra el ministro de defensa, a raíz del bombardeo a un campamento de las farc, donde murieron menores de edad. Hemos oído también hablar de los errores del estado, de la inadecuada aplicación del derecho internacional humanitario, de los protocolos ONU, de lo pactado en los acuerdos farc-Santos, y un largo etcétera del discurso mamerto, en que hemos caído, y en el que la izquierda, experta en el maniqueísmo dialectico, está ganando espacios. Ya logró hacer delictuosa la fumigación de cultivos de coca, con lo que pudo inundar el país de coca.
Ahora quiere evitar los bombardeos, una de las tácticas más efectivas en la lucha contra el crimen transnacional, al “exigir” que no se bombardee hasta que no se sepa quiénes están “encampamentados”, verificando nombre, dirección, estado civil, edad e historia clínica. Y además, preguntarle a cada uno si están allí por su voluntad o contra ella, para entonces sí, una vez todos avisados, bombardear … el terreno, porque no habrá nadie, o los estarán esperando con bazucas y morteros. Estos mamertos nuestros empeoran por días. Con eso las bandas del crimen organizado que ya se esconden en el refugio seguro de Venezuela, ahora “usaran” niños como protección de ellos en Colombia.
Es bueno no perder de vista que el sicariato en Colombia se ha apoyado en “niños” mayores de quince años, por su inimputabilidad penal, algunos de los cuales a la “tierna edad” de diecisiete años ya tienen diez o más homicidios encima. Y esa “estrategia” de parar los bombardeos la impulsan los políticos mamertos afectos a esos grupos, y sus magistrados, periodistas y funcionarios locales. Lo he dicho mil veces, el que juega con las reglas del otro, pierde.
Y es que ese discurso parte de premisas falsas, aunque son dogmas mamertos: da igualdad al delincuente y al agente del estado, desecha en principio de monopolio y uso de la fuerza en el estado, sostiene que existe un conflicto político que se supone se superó con los acuerdos Nobel-farc, que justifica la insurgencia narca, que el estado debe ir al combate amarrado de pies y manos, con la espada de Damocles en la nuca de la tropa de ir a la cárcel, sin beneficios, por dar de baja un “insurgente” cubierto, ese sí, por el largo manto de la justicia transicional, y otras perlas más.
Los mamertos quieren que el estado se porte como madre Teresa, y los otros que se porten como les dé la gana, porque para ellos el conflicto solo se acaba, cuando Colombia sea un estado socialista. Y eso lo apoyan Gaviria y Vargas Lleras, lo que me hace recordar la Venezuela de Chávez, donde adecos y copeyanos preferían vender su alma al diablo, que perder sus privilegios. Y vendieron su alma al diablo y ahora son exiliados.
Pero la culpa también la tiene un gobierno que, en aras de ser centrista (lo que sea eso), acepta este discurso y busca justificarse en él, lo que lo lleva a errores operativos. El general Petraeus, comandante de las fuerzas militares estadounidenses en oriente medio (como jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad), dijo que la guerra se perdió por el power point, al atender los oficiales las exigencias de una burocracia inepta, de hacer “presentaciones” para explicar cómo iban las operaciones, y se quejaba que los militares gastaban más tiempo manejando power point, que las armas.
Eso les pasa hoy a las fuerzas militares de Colombia, que andan más preocupadas de saber del DIH y protocolos multilaterales, que en ser tácticamente más efectivos y contundentes. Oír a un comandante militar hablar de incisos, parágrafos y protocolos legales en el momento más grave del país, da grima.
Pero impacta también, que el gobierno que se eligió para diferenciarse del pernicioso Santos, se parezca más a él al avanzar el tiempo. Un gobierno que ha debido desde el primer día darle un giro a la economía hablando de una política de desarrollo, de la reducción del estado y de reducción de impuestos e impulso de la obra pública, siguió con el discurso de asistencialismo social vía impuestos y en mantener el estado elefantiásico que montó Santos, con el agravante que mantuvo a muchos funcionarios de ese gobierno, quienes siguieron haciendo lo que venían haciendo cuando el Nobel de la mermelada era el jefe. Hoy, ante la moción de censura y el escándalo que armó, el nunca suficientemente intolerable Roy Barreras, estamos en un reto de seguridad imposible de enfrentar, y con los ciudadanos del común viendo como el desempleo crece, la inseguridad también y los impuestos también.
Algunos votamos por el actual gobierno para que rectificara el rumbo, no para hacer trizas todo lo anterior; lo que no elegimos fue un sucesor juicioso del anterior. Esta es otra batalla en la que la democracia cae bajo el fuego amigo del gobierno. A este paso, pasará a la historia como un gobierno gris en uno de los momentos más graves del país. Ojalá no pase a la historia como nuestro Friedrich Ebert, presidente de la república de Weimar alemana, aquella que con su “centrismo” permitió el nazismo. ¿El gobierno “centrista” de Duque será el último en Colombia en democracia liberal?
Nota final. ¿Ahora que salió el ministro Botero, el presidente pondrá un “filomamerto” al frente, para darle tranquilidad al mamertismo criollo, en especial de los medios de comunicación? Veremos que hace, y que Dios nos agarre confesados.