Somos muchos los que estamos convencidos que el calentamiento global, como consecuencia del uso ilimitado de combustibles fósiles, la deforestación desenfrenada para que la ganadería extensiva pueda desarrollarse en pastizales adecuados está llevando, entre otras cosas, a que el cambio climático tenga consecuencias tan negativas que la sobrevivencia de la especie humana está seriamente en riesgo.  Pero pareciera que los intereses comprometidos son de tal magnitud, que todo se mueve muy lentamente, mientras la temperatura media y el nivel del mar suben, y los glaciares se descongelan.

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Desde hace algo más de tres décadas un relevante grupo de expertos viene elaborando estudios que de manera concluyente nos muestran que el calentamiento global está ocasionando cambios irreversibles en nuestro entorno natural.  Y ello, seguirá de mal en peor, si acaso no se adoptan medidas drásticas para frenar la deforestación creciente, especialmente de la Amazonía; si no frenamos el uso de combustibles fósiles, y si no restringimos de manera mancomunada el caos que implica el uso y posterior eliminación del plástico, entre otras varias materias a ser abordadas.

Por ello la relevancia de las medidas adoptadas -aún insuficientes-, por Naciones Unidas para poner freno a este suicidio colectivo.    La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático entró en vigor en marzo de 1994.  Hoy en día, son 197 países los que la han ratificado.

Dicha Convención fue una de las tres abiertas a la firma en la "Cumbre de la Tierra de Río" en 1992. Las otras dos son sobre la Diversidad Biológica y la otra sobre la Lucha contra la Desertificación.  

La Conferencia de las Partes (COP) es la reunión anual de la Convención Marco, iniciándose ellas en 1994, y su edición 27 se realizó en Egipto en noviembre pasado. Importante resaltar que hay dos COP que han establecido acuerdos mundiales que debemos destacar, por los objetivos concretos de reducción de emisiones.  Ellas son, la COP3 de 1997, conocida como Protocolo de Kioto que acordó el objetivo de reducir en 5% las emisiones de los países; y la COP21 de 2015, que bajo el nombre de Acuerdo de París estableció disminuir la temperatura a nivel global a no más de 2°C al 2100, a través de responsabilidades comunes pero diferenciadas de las Partes. 

El logro más comentado y de pronto relevante de esta COP27 fue que se llegó a un acuerdo para establecer y poner en funcionamiento un nuevo fondo para pérdidas y daños.  También fue alentador ver como China y Estados Unidos reanudaban su conversación sobre la lucha contra el cambio climático, y a la vez como se iniciaba el diálogo sobre la adaptación para mejorar la resiliencia de 4.000 millones de personas que viven en las comunidades más vulnerables a este lamentable fenómeno ocasionado por los mismos humanos.

Suele creerse que las reuniones de Naciones Unidas, además de costosas son de resultados dudosos.  Ocurre que el multilateralismo, es la única, mejor y más eficiente herramienta de los países de renta media o media baja, como los latinoamericanos para hacer oír su voz.   

Por ello que, unidos con los africanos y algunos asiáticos debemos insistir ante los mayores emisores de gases de efecto invernadero, como son los países desarrollados, China incluida, que deben hacerse responsables y asumir los costos del daño que le han ocasionado al medio ambiente y al hábitat en general.  Ello, se sustenta en que son la fuente de la mayoría de las emisiones de gases pasadas y presentes, por lo que se espera que sean los países industrializados los que hagan mayores esfuerzos para reducir las emisiones en sus territorios. 

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