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Bienestar no es derroche
En este Estado social de derecho donde todo el día excelsos juristas nos hablan de cuanto derecho se les ocurre.
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Viernes, 18 de Marzo de 2016

Uno en Colombia usualmente se siente, como decía la canción de José Alfredo Jiménez, en un mundo raro, pues las cosas suceden en contravía de lo que es usual en la mayoría de los otros países. “Todos contra el derroche”, “apagar paga” y demás campañas que sacó el gobierno para evitar un apagón, del cual es el único responsable, y replicadas con entusiasmo por esa caja de resonancia gubernamental que son los medios de comunicación, buscan ocultar problemas de visión de país y de su estructura. La visión imperante hoy en Colombia es que lo importante es el Estado-Gobierno y, por eso, todo lo que lo afecte, debe evitarse. No es, como en las democracias liberales donde el ciudadano es el centro y el Estado está a su servicio, sino que el Estado, ante sus actuaciones, llama a la ciudadanía a evitar el derroche, so pena de caer sobre ella todos los castigos, o a amoldarse a “ahorrar” vía reducción de la tarifa. En otro país, el Gobierno estaría tambaleando. Aquí este castiga o premia la lealtad a sus “políticas”. Es el mismo concepto del pico y placa, de la hora zanahoria y demás genialidades de nuestros dirigentes públicos.

Estructuralmente, el Estado le jugó a los commodities, dejó languidecer la manufactura y la agroindustria y cacarea estar “desarrollando” infraestructura de más de un siglo de atraso. Esa visión estructural se hizo de la mano de su compañía-caja, el monopolio de Ecopetrol. Por eso la Creg, organismo de delegación presidencial, demoró años en autorizar la regasificadora de Cartagena y cuando lo hizo lo limitó a térmicas, para no “afectar” precios del gas natural de Ecopetrol. Esta suma de perversidades no permitió disponer de gas natural para las térmicas en este fenómeno del niño. La regulación se basa en el llamado precio de escasez, con el cual Ecopetrol maximiza rentas. Y aún no ha salido la regasificadora de Buenaventura, por lo que para el próximo niño estaremos en las mismas, haciendo jingles pendejos. Y de eso no se habla porque se puede afectar la paz de Santos. Todos nos vemos condenados al anuncio diario del presidente de cuanto ahorramos para no ordenar el racionamiento, quien fue bueno y “ahorró”y quien fue malo y “derrochó”. Un mundo raro y estúpido.

En este Estado social de derecho donde todo el día excelsos juristas nos hablan de cuanto derecho se les ocurre, al medio ambiente, a la paz, a elegir y a ser elegido, al debido proceso, a la doble instancia y un largo etcétera, nunca he oído hablar del derecho al desarrollo, pues de vivir en Colombia terminamos pensando que el desarrollo es una cuestión de buena suerte.

El acuerdo de Paris de la Convención Marco sobre el Cambio Climático lo establece en los considerandos este derecho al desarrollo de los países, que lo “establece como desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza” y la “creación de empleos dignos y trabajos de calidad”.

Lo que hay que entender que lo que se busca sostener es el desarrollo; el subdesarrollo se mantiene y refuerza solo, como lo hemos visto en Colombia.

Ahorrar en energía en aire acondicionado, para trabajar en temperaturas de 35 grados centígrados, reduciendo la productividad, apagar a las 8 de la noche el comercio, afectando un sector que en las grandes ciudades trabaja hasta las 10 de la noche o más tarde,  o no dar suficiente alumbrado público incrementado la inseguridad, son muestras de ramplante subdesarrollo y desvergüenza gubernamental. El desarrollo sostenible se basa en el uso eficiente de recursos y la disminución de desperdicios, y no en medidas populistas que enmascaran la falla del modelo de desarrollo. Pero la eficiencia se logra con uso extendido de tecnología, investigación y desarrollo, planeación de largo plazo y otras plantas extrañas en este vivero raro que es Colombia. Y la producción de energía se debe aumentar, pues está relacionada con el desarrollo de manera diversificada, incluyendo la generación a partir de energías renovables, las cuales deben ser objetivo de mediano y largo plazo. Y claro hay que ajustar nuestro modelo de desarr
ollo de un estado desbordado en gastos, buscando hacerse de monopolios públicos que le permitan extraer rentas sin  importar su efecto sobre el desarrollo, a uno de estado pequeño y fuerte que permita la creación de riqueza.

Los versitos populistas no son el camino al desarrollo, ni muchos menos al sostenible. Estamos viviendo una época compleja, donde la inteligencia juega papel central y ya sabemos que el populismo no se destaca por su brillantez.

El COP 21 es absoluto en decir que el cambio climático ya está aquí  y que deben tomarse medidas para mitigar sus efectos negativos y adaptarse a lo no mitigable. Colombia por estar en la franja intertropical del planeta sufrirá duros efectos de cambio climático, como lo veremos con la próxima niña, independiente de ser un muy bajo contaminador planetario. Y no contamos con un estado capaz de lograr las sinergias que menciona COP 21, entre mitigación, aumento de capacidad de resistencia, financiación, transferencia de tecnología, porque el que tenemos solo busca recursos para crecer, como el señor Hyde de la novela de Stevenson.

El mundo raro en que vivimos, por obra del estado, empezará a convertirse en un mundo caótico. Como dice una amigo paisa, si eso es el desayuno, como será el almuerzo

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