Lo conocí tardíamente, era el día en que él y su familia sepultaban a su abuela paterna. Aterricé en Chaparral y fue la primera persona que vi. Me saludó efusivo. Tenía Alfonso un don, un talento natural para conectarse emocionalmente con la gente de manera instantánea. Su tono de voz, su risa, su sentido del humor, su disposición permanente, generosa de siempre atender, ayudar a los demás, apoyar y resolver los problemas ajenos como propios.
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Caminando del avión al pequeño terminal, me contó la historia de cómo su papá y el mío tenían el plan de que fuéramos amigos porque vivíamos en las mismas circunstancias. Adolescentes encerrados, al acecho permanente de los narcotraficantes, sus aliados paramilitares, políticos y miembros de los organismos de seguridad del Estado. Ni mi papá (solitaria voz política contra las mafias), ni Alfonso Gómez Méndez Procurador, eran conscientes de la dimensión del complot criminal que enfrentaban.
A mi papá lo asesinaron en las puertas de la presidencia de la República, el suyo se salvó en varias oportunidades, incluida una que el doctor Gómez Méndez jamás olvida. Cuando era Embajador en Austria, el narcotráfico envió un grupo de sicarios para asesinarlo. Uno de ellos en Holanda, decidió confesarle el plan a mi tío Alberto Villamizar, Embajador en ese país. Alberto llamó y puso en alerta a Gómez Méndez, quien en piyama abordó un tren que lo llevaría de Viena a La Haya.
Nunca nos encontramos en esa época. Nuestra amistad nació ese día en Chaparral. Me sorprendió su inteligencia y agilidad, su capacidad para conectarse y conectar a la gente, el amor que profesaba por su familia, la “mona” Rosita Gómez Lugo, sus sobrinos Sofi y Sebastián, la dura despedida de su mamá, la dolorosa ausencia de su hijo Nicolás y la infaltable llamada telefónica diaria a las seis de la mañana con su papá.
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Jamás olvidaré su solidaridad durante la pandemia, su apoyo a tanta gente que vivió momentos difíciles y angustiosos. Siempre viviré agradecido con él por su confianza y respaldo.
Hicimos campaña electoral juntos, siempre con el ánimo arriba. Entre un municipio y otro tenía el comentario oportuno para recargar energía en jornadas que empezaban a las cuatro de la mañana y terminaban pasada la medianoche.
Agradezco a la vida la corta, tardía pero muy enriquecedora amistad que compartimos. Al profesor Gómez Méndez, a Rosita, Sofi, Sebastián, Federico y María mi abrazo solidario.
¡Buen viaje Alfonsito!
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