El buenismo puede ser descrito como una corriente que busca solucionar los diferentes males que aquejan a la sociedad de una manera idealista, pero generalmente poco práctica o superficial. Personas que creen que con sus buenas intenciones ayudan, pero en realidad en medio de su inocencia o ignorancia hacen daño. Esta forma de aproximarse a los problemas no pasaría de ser algo anecdótico si no estuviera influenciando la implementación de políticas públicas en diferentes geografías causando estragos y empobreciendo millones de personas.
Un caso ilustrativo es Sri Lanka, un país de 21 millones de habitantes al sur de India que tenía más de 15 años disfrutando de un sostenido crecimiento económico que permitió doblar el ingreso per cápita, reducir el desempleo a la mitad y disminuir considerablemente la pobreza. A finales de 2019 fue elegido el presidente Gotabaya Rajapaksa bajo una plataforma nacionalista que dentro de sus curiosas promesas tenía convertir a su país en la potencia mundial de la agricultura ecológica. La importación de los malévolos productos agroquímicos como fertilizantes, herbicidas y pesticidas fue prohibida para darle paso al prometido desarrollo de mágicos productos biológicos y naturales que los reemplazarían.
Los principales expertos y científicos en agricultura de Sri Lanka no fueron escuchados a la hora de implementar esta propuesta que también incluía la promesa de desarrollar dos millones de jardines orgánicos en casas. Los funcionarios del gobierno que levantaron la mano para advertir el error fueron despedidos. La opinión de los agricultores, que generan el 30% del empleo en Sri Lanka, tampoco fue tenida en cuenta cuando súbitamente se implementó esta medida. Los que si participaron ampliamente e influenciaron su aplicación fueron organizaciones no gubernamentales, expertos en otras áreas y grupos internacionales que reclamaban una agricultura orgánica por considerar la agricultura moderna (la que hoy permite alimentar a 8mil millones de personas) como nociva.
El resultado de estas medidas, como era obvio para cualquiera que conociera el sector y entendiera el papel necesario de los fertilizantes, herbicidas y plaguicidas en el agro, fue una caída notable de la producción de los principales cultivos del país como lo son el arroz y el te y consiguientemente de sus exportaciones, agravando la inflación, la pobreza, el déficit fiscal y el déficit de cuenta corriente del país. En medio de violentas protestas las medidas ‘buenistas’ tuvieron que ser revocadas aunque ya el daño estaba hecho. Las buenas intenciones de avanzar hacia una agricultura más verde, en manos de extremistas con poder terminaron aumentando la pobreza y agravando problemas.
Mientras tanto en Colombia, seguramente llenos de buenas intenciones, vienen proliferando iniciativas con potencial pauperizador. La nueva Ministra de Minas y Energía, máxima responsable de garantizar la seguridad energética del país propone prohibir nueva exploración y producción de gas, la fuente de energía que liderará la transición energética según los expertos y con la que además hoy cocinan más de 10 millones de familias colombianas. De igual forma, tal vez inspirados en Sri Lanka, 20 congresistas están proponiendo prohibir el ingreso, producción y comercialización de las semillas de alto rendimiento que han garantizado la seguridad alimentaria mundial. Por otro lado, el Ministerio de Hacienda propone una reforma tributaria para pasar cada año 25 billones de los bolsillos de los colombianos hacia el gobierno nacional, entre otras medidas aumentando significativamente los impuestos a las empresas y sus dueños, haciendo menos atractiva cualquier inversión en nuestro país y desincentivando aún más la formalidad.
El economista autriaco Friedrick Hayek, hablaba de la ‘fatal arrogancia’ de los planificadores centrales que termina trayendo resultados desastrosos para las sociedades. Ojalá aquí funcionen los contrapesos, los diferentes grupos de interés y expertos de cada sector sí sean escuchados a tiempo en lugar de tener que reversar decisiones cuando los daños sean indiscutibles y ya sea demasiado tarde.
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