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Caficultura nortesantandereana
Tuvimos en nuestras manos todas las condiciones para ser los fundadores de esta Federación.
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Martes, 22 de Septiembre de 2015

Amables Lectores: Al igual que ocurre con los vinos finos, que mejoran con el tiempo, la Federación Nacional de Cafeteros avanza y tiene mayor acogida entre sus usuarios.

Esta Institución cumple casi 90 años de creación en la ciudad de Medellín y surge por la unión de un grupo de visionarios que le demostraron al país la importancia de saber conjugar el verbo asociarse.

Los nortesantandereanos tuvimos en nuestras manos todas las condiciones para ser los fundadores de esta Federación.

Fuimos los primeros productores en Colombia de este grano gracias a las penitencias que impartía el presbítero Romero en su parroquia de Salazar de las Palmas y que consistían en sembrar tantas matas de café como pecados se hayan cometido.

Adicionalmente los nortesantandereanos aprovechamos, a finales del siglo XIX la conexión por tren con el Lago de Maracaibo y la navegación durante casi todo el año por el Rio Zulia para abrirnos paso a los mercados Europeos.

Las casas alemanas, situadas en Cúcuta, se convirtieron en las principales  compradoras de café y cacao con destino a los consumidores europeos. Por ende era usual en décadas finales del  siglo XIX encontrar productos de Norte de Santander en estanterías de las tiendas elegantes de París.

Pero ¿Qué pasó? El centralismo y la capacidad de asociación de productores del interior del país se sobrepusieron a nuestro egoísmo y al facilismo comercial que siempre hemos hecho alarde.

Llegó la apertura del puerto de Barranquilla y por ende la quiebra, por falta de carga de nuestro ferrocarril.

Hoy por fortuna, los nortesantandereanos todavía conservamos la credencial de Miembros de la Federación Nacional de Cafeteros aunque con muy baja participación en la producción nacional.

Pertenecer a esta agremiación ha permitido al productor superar una de las mayores crisis como fue la eliminación del “Pacto Cafetero”.

Esto era simplemente un  convenio de cuotas pactado entre productores y consumidores, donde los primeros se comprometían a vender hasta cierto volumen de grano y los segundos a comprarlo. Terminó el pacto y todos salieron a competir con ideas,  innovadoras como la de Colombia con sus cafés especiales.

Hoy el negocio de vender café tiene una altísima volatilidad. Hace unos años nuestra caficultora sufrió los embates del cambio climático que disminuyó nuestra producción y al no poderle cumplir a nuestros compradores, también se perdió mercado y fuimos reemplazados por otros productores, en este caso por Brasil. La crisis de producción ha sido superada. De 8.3 millones de sacos en la época de dificultad  y con los esfuerzos de renovación ya estamos en 13 millones de sacos.

Con este incierto futuro vemos determinantes el papel que debe jugar la Federación Nacional de Cafeteros en el mercadeo del grano y el énfasis en colocar en los mercados mundiales cafés con valor agregado (cafés especiales). Nunca olvidemos los hombres pasan pero instituciones como la Federación Nacional de Cafeteros deben permanecer para beneficio de los caficultores colombianos.

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