Se acabó la interinidad en el gobierno Duque que ya pasaba de tres meses, prácticamente desde el día siguiente a las elecciones territoriales de octubre. A partir de ese momento, y después durante el debate de la reforma tributaria, el gobierno abrió las puertas para modificar el gabinete ministerial y ampliar su coalición en el Congreso, ante el evidente fracaso del primer año y medio de esta administración. Se demoró bastante el jefe de estado en sus decisiones y eso permitió que muchos se ilusionaran con nombramientos que finalmente no llegaron y que al interior de los partidos, que aspiraban a verse representados, se hayan producido divisiones internas en las bancadas y pujas por candidatos que francamente desgastaron a las colectividades y al propio gobierno.
Finalmente, Duque se decidió por unos cuantos retoques y no hizo cambios sustanciales, con lo cual envía claramente el mensaje que la orientación general del gobierno seguirá siendo la misma. No hay grandes acuerdos alrededor de una nueva agenda legislativa, los recién designados en las nuevas carteras en sus primeras declaraciones afirman que continuarán con lo que se venía haciendo, o en algunos casos ni siquiera saben lo que harán.
Pero la noticia importante de este ajuste es que la columna vertebral del gobierno se mantuvo intacta al lado del uribismo y del Centro Democrático de manera contundente. Los ministros de Interior, Relaciones Exteriores, Defensa y Hacienda son destacados dirigentes del partido de gobierno, todos muy cercanos a su jefe indiscutible, con lo que queda absolutamente claro que en los ejes esenciales de la política de orden público, derechos humanos, paz, relaciones internacionales y economía, seguirán exactamente la misma línea. El mensaje no admite dudas. Solo se hicieron traslados internos en el uribismo y lo que se plantea entonces no es una coalición programática, o un acuerdo para rectificar posiciones ante el desastre oficial y las movilizaciones ciudadanas de rechazo, sino la adhesión de partidos como la U y Cambio Radical a las políticas oficiales de derecha sin modificación alguna. Es decir, ante la pérdida de popularidad, la baja credibilidad, la protesta social y el descontento en las calles, el Presidente decidió resguardarse en sus propias tesis y amigos, sin propósito de enmienda y sin mostrar ningún ánimo de rectificación. Con el firme propósito de continuar y profundizar sus políticas, como si no estuviera pasando nada en las calles y la gente estuviera contenta con lo que sucede en el país. Arriesgada apuesta la del uribismo.
Con tres nombres nuevos en carteras sectoriales como Agricultura, Salud y Trabajo no se modifica en el fondo el gobierno, sino que simplemente se entregan unos cargos importantes a algunos sectores políticos, más específicamente a grupos de parlamentarios. La nueva noticia si es que se produce un cambio de estilo y de actitud del Presidente de la República en su relación con los partidos y el Congreso. La representación política que tenían los distintos partidos y que la oposición uribista de entonces calificaba de “ mermelada” , ahora vuelve a presentarse en el ejecutivo, más allá del Centro Democrático que hasta ahora era el único partido que oficialmente tenía sus dirigentes en el gobierno. La diferencia se encuentra en que bajo la Unidad Nacional que promovió Santos había una verdadera coalición de gobierno, sólida y coherente, alrededor de grandes propósitos nacionales como la superación del conflicto armado, la lucha contra la desigualdad social, el fortalecimiento de la educación y una política internacional y de derechos humanos liberal e independiente.
Hasta ahora lo que se ve en este caso es sólo la entrega de unos ministerios a unos partidos, más exactamente a un grupo de congresistas, sin que sepamos realmente cuál es la agenda del gobierno, cuáles son los grandes propósitos de esta administración en la mitad de periodo que le queda y si se van a presentar ajustes de fondo en las políticas oficiales. Parecería que no, que todo seguirá igual. Si ello es así, el tan cacareado y publicitado cambio de ministros producirá algunos efectos al interior del Capitolio Nacional pero no en la opinión de los colombianos sobre su gobierno. Y en el campo de quienes creemos que el gobierno se equivocó desde el comienzo apostando al debilitamiento del acuerdo de paz, nos quedamos con la duda de si los partidos que ahora están representados en el gabinete ministerial continuarán defendiendo con la misma energía los acuerdos de paz, ante los embates del ala radical del gobierno y su partido, o finalmente cederán a las presiones. Ojalá se mantengan firmes en la defensa de la Paz y por el contrario logren que el gobierno asuma una acción más eficaz y oportuna en su implementación territorial y contra los asesinatos de líderes sociales y de ex combatientes de las Farc que en los últimos días crecen en forma dramática. Eso esperamos quienes vemos con preocupación el regreso a la guerra en varias regiones de Colombia.