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La posesión del presidente Duque estuvo marcada por situaciones que han dado que hablar. Por ejemplo, el horrible clima bogotano de llovizna con viento frío, se calentó con el discurso del Ernesto Macías, el presidente del Congreso. Los filosantistas e izquierdistas han propuesto casi que la silla eléctrica para él, que solo realizó una mirada en blanco y negro del pasado gobierno, sin los tonos grises que conforman la realidad. Pero eso fue lo que Santos hizó en su última etapa de gobierno por todo el mundo, hablar de ríos de leche y miel, y es la constante en el discurso de Gustavo Petro, la dialéctica maniquea de buenos y malos. Sólo se aprovechó la vitrina internacional para neutralizar el falso discurso santista. Pero, entrando en materia, lo importante es lo que dijo el presidente Duque, y más aún, lo que no dijo, que tampoco gusto a los santistas e izquierdistas, que exigen (así hablan ellos) que Duque no se parezca a Uribe sino a Petro, y que jure “respetar” un proceso de “paz” que se hizo irrespetando la voluntad popular y la constitución. El discurso de Macías hizó que Aida Abella hiciera un llamado a la guerra. En esta columna extraeremos algunas de las grandes líneas de actuación que planteó el presidente Duque.
Fuera de los lugares comunes de un mejor y feliz futuro, el discurso de Duque se guio por sus propuestas de legalidad, emprendimiento y unidad. Empecemos por la última, que los áulicos del gobierno anterior entendían como una aceptación plena de lo hecho, y de borrón y cuenta nueva; nada de eso. Ante todo, los dos discursos de posesión no se pueden entender aisladamente, son dos partes de una misma idea. Macías hizó el trabajo sucio de destapar la mugre, y Duque lo que hizó, es decir cómo se va a limpiar, dejando claro que sabe que es lo que recibe. La unidad que pide Duque es para que el país mire mayoritariamente en la dirección de lograr legalidad (respeto constitucional) y de imponer el emprendimiento, esto es, el fortalecimiento de la economía de mercado, que implica empezar a desmontar el estado colectivista en ciernes. No le hablaba a las farc, sino a los votantes jóvenes que ha querido capturar la izquierda, que ya vienen “orientados” por una educación pública ideologizada.
Como el análisis del discurso completo daría para varias columnas, me concentrare en dos ideas centrales, una conceptual y otra de acciones hacia el inmediato futuro.
“No me canso de decir que Colombia es RESILIENCIA”, aparece en el texto original del discurso. Resiliencia es una palabra relativamente novedosa de uso amplio en la ingeniería, que se refiere a la capacidad de un sistema o una estructura de reponerse de manera rápida de un evento catastrófico. Desde el optimismo de Duque, Colombia es capaz de reponerse rápidamente del catastrófico gobierno Santos, lo cual me parece poco realista. El daño es inmenso. “Recibimos un país convulsionado” dice más adelante y deja en claro la cifra de líderes sociales asesinados en el gobierno Santos: 300. Y habla de “Una política tributaria motivada por la expansión del gasto” justificado en un colectivismo social. Duque tiene claro que fue su antecesor, y que debe hacer él.
“… vamos a actuar en todo el territorio nacional para desarticular las redes de crimen organizado… haciendo valer la premisa: El que la hace la paga”. Cambió el lenguaje; ya no habrá grupos insurgentes de un conflicto social, sino crimen organizado en general. Se acabó el crimen “político”. Y concluye: “… vamos a estar con los Estados Unidos en la lucha contra el crimen transnacional”.
Los 30 días que Duque se va a tomar para revisar el proceso paz, no son de espera sino de trabajo febril; serán 30 días para reorganizar a las fuerzas militares hacia la ofensiva, haciendo los cambios debidos en la cúpula y en la estrategia militar. Lo que no se ha entendido es que el “proceso de paz” de Santos generó un gran riesgo geopolítico para los Estados Unidos, al permitirse un debilitamiento del estado colombiano y un crecimiento exponencial del crimen organizado. No se puede permitir otra Venezuela en la zona andina. No es coincidencia que viniera como jefe de la delegación gringa la embajadora de los Estados Unidos en Naciones Unidas; ellos son los mayores aportantes a ese organismo que se ha convertido en una burocracia costosa en manos de la izquierda europea. Ya se sacó al relator del organismo por su posición tan “políticamente activa”. Y el organismo en Colombia deberá cambiar su visión de poca neutralidad, a más inclinación a la legalidad colombiana. En 30 días empieza la nueva versión del plan Colombia.
Las cosas cambiaron, porque esa fue la exigencia de los votantes. Duque, dicen sus amigos, es de poco hablar, pero mucho hacer. Veremos que tanto me equivoqué en el pronóstico.