Si hay una demostración del fracaso de la ingeniería colombiana es la carretera que va de Bogotá a Villavicencio por la que se transportan muchos de los alimentos que consume la capital, además de comunicar el centro con el oriente del país. Es, para decirlo claramente, una vía esencial para los diez millones de capitalinos, que consumen diariamente miles de toneladas de alimentos, además de constituir la comunicación entre el centro y el oriente de la nación. En conclusión: una vía esencial. Pero es permanente dolor de cabeza que parece no tener solución.
La carretera de Bogotá a la capital del Meta ha sido el escenario de permanentes problemas que parecen no tener solución. Se le han invertido miles de millones de pesos pero representa el fracaso permanente: se ha derrumbado en varias oportunidades, a veces con saldo de muchas muertes, además de haberse tragado inmensas cantidades de dinero que aparentemente han caído en un barril sin fondo. No parece haber solución definitiva: cada vez que llueve ocurre un problema y la vía queda bloqueada.
Esta obra se suma a otros fracasos: el puente de Chirajara, el túnel de La Línea y la hidroeléctrica de Ituango, las tres peores muestras de nuestra atrasada ingeniería, que no ha sido capaz de resolver los problemas derivados de nuestra topografía, que no tiene comparación con la de otras partes pero que, en mi concepto personal, no ha sido tratada eficientemente, como si ha ocurrido en otras partes, como Suiza y China.
La vía es, en conclusión, la demostración de nuestro atraso. Claro está que no contamos con los equipos, los recursos y los dineros de otras naciones. Pero es prueba de que no estamos preparados para ese tipo de obras, que deberíamos dejarlas a firmas extranjeras, más veteranas, más experimentadas y posiblemente, más capaces. Pero no quiero volver a oír la disculpa colombiana a los fracasos en todos los campos: fue sin culpa. Es lo que dicen, por ejemplo, los choferes que caen en un abismo o los pilotos que estrellan sus aviones.
Ahora viene la prueba reina para nuestra ingeniería: la construcción del metro de Bogotá, que será realizada por la firma que gane la licitación abierta por el alcalde Enrique Peñalosa, que le hizo el favor a Bogotá de llenar la ciudad de buses contaminantes y aplazar por varias décadas la solución obvia a nuestro caótico tráfico.
Hay una sugerencia final: ¿Por qué no se contrata a una empresa extranjera para que construya una carretera alterna al Llano? Mataríamos dos pájaros de un solo tiro: nos ahorraríamos millones y tendríamos una obra de primera clase. GPT